Además del confort térmico (temperatura y humedad), tenemos que preocuparnos y ocuparnos del movimiento (distribución y ventilación), y la pureza del aire (filtración, condición higiénica de los sistemas HVAC), incluyendo sus sistemas de conductos y la localización de las entradas de aire exterior o “aire fresco”.
Carlos González Boothby
Hace algunos años, era suficiente que un sistema de acondicionamiento de aire ofreciera enfriamiento confortable. Éste ya no es el caso. Estos sistemas, hoy en día, deben usar la energía eficientemente, satisfacer una estricta calidad de aire en interiores y en las expectativas de comodidad.
Técnicamente, definimos una buena (aceptable) calidad del aire interior (CAI) como aquel aire que no presenta contaminantes conocidos en concentraciones nocivas, como lo determinan las autoridades pertinentes, y sobre el cual una mayoría substancial de los ocupantes (más del 80 por ciento) no expresan inconformidad. Esta definición es la utilizada por la Sociedad Americana de Ingenieros de Aire Acondicionado y Refrigeración (ASHRAE), en su estándar 62.1-2010.
La Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) tiene incluida la calidad del aire interior entre los primeros cinco riesgos ambientales que pueden perjudicar la salud pública.
La Administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) la expone y reconoce que la calidad del aire interior es una preocupación genuina para los administradores, encargados, inquilinos y trabajadores de los edificios, porque puede impactar sobre la salud, bienestar, confort y productividad de los ocupantes del edificio.
OSHA reconoce que una pobre calidad del aire interior puede ser nociva para la salud de los trabajadores y que tomar medidas proactivas para mantener una buena (aceptable) calidad del aire interior es en beneficio de todos.
Aunque cada edificio tiene sus propias circunstancias y características únicas, la calidad del aire es el resultado de la interacción entre la localización, el clima, el diseño original de los sistemas de acondicionamiento de aire (HVAC) y los cambios posteriores que sufre este sistema; cuán bien o mal mantenido está dicho sistema, las remodelaciones que se hacen en el interior del edificio, la densidad ocupacional, las actividades que se llevan a cabo en su interior, las fuentes de contaminantes, como materiales del edificio, muebles, fotocopiadoras, impresoras y otros equipos de oficina; los procesos, fuentes externas, como tránsito vehicular, demolición o construcción de edificios aledaños, y los propios ocupantes del edificio, con sus perfumes, transpiración, uso de velas aromáticas, tos y estornudos.
En próximos artículos se definirán los efectos sobre la salud y se enlistarán los contaminantes más comunes y las concentraciones máximas aceptables por las agencias concernientes. También, se discutirá cómo realizar una investigación de calidad de aire Fase I y la importancia de la limpieza e higienización de los sistemas HVAC para lograr y mantener una aceptable calidad del aire interior.
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Carlos González Boothby
Fundador y Director Técnico IEC. Cuenta con más de 20 años de experiencia en la industria de calidad del aire interior. Actualmente, está contratado por el Gobierno de las Islas Vírgenes Británicas (BVI) como gerente de Proyecto para los trabajos de remediación de hongos en el Edificio Central de Gobierno (Central Administration Complex) en Tórtola.
Para mayor información, puede escribir a carlos@iec-pr.com