El boom de la eficiencia energética en la década de 1970 logró reducciones en el consumo energético en edificios, que desde el punto de vista del cambio climático eran determinantes. “En aquel entonces, las disciplinas energéticas requerían resolver las barreras de la tecnología. Estos sucesos y otros pensamientos predictivos llevaron a pronosticar diversos hechos en el futuro, lo que involucró una serie de proyecciones catastróficas al inicio del nuevo milenio”, platica el ingeniero Ragnar Trillo, coordinador de Instalaciones en la Torre de Ingeniería.
“Muchos de los desastres pronosticados no impactaron al mundo de la forma en que se esperaba –comenta el ingeniero Trillo–, pues la investigación y el desarrollo tecnológico permitieron impulsar diversas actividades de sustento”. Sin embargo, cuidar la eficiencia y el consumo minoritario de electricidad era importante para México, una sociedad preocupada por el crecimiento demográfico y la insuficiencia de los recursos naturales básicos como el agua, los combustibles, los desechos y las emisiones directas de CO2.
En este sentido es que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) creó un fideicomiso que realiza auditorías que estimulan la entrada de medidas para evaluar y cuidar las condiciones energéticas en México. “[la CFE] descubrió que había un gran porcentaje de industrias y edificios de oficinas que derrochaban energía”, continúa Ragnar Trillo.
Este desperdicio energético debía ser regulado por la aplicación intrínseca de las normas y por el cambio de hábitos de una población que aún no recibía la información necesaria con respecto al tema. Con la colaboración del gobierno, asociaciones y compañías interesadas en aplicar las soluciones precisas emprendieron diversas estrategias para disminuir el consumo energético en el sector empresarial.
En 2000 se materializó el concepto de sustentabilidad para que los edificios y la urbe gestionaran, según los principios de sustentabilidad, en el tiempo en que las posibilidades de acondicionamiento artificial eran escasas y muy costosas.
Para generar el escenario óptimo de acondicionamiento, se impulsaron diversas directrices con un enfoque bioclimático que, debido a la magnitud de instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el concepto de los edificios sustentables desde el punto de vista arquitectónico y mecánico comenzó a proliferar de manera masiva.
Torre de Ingeniería
El Instituto de Ingeniería tiene una historia de 50 años y éxito en obras importantes de México (construcción de presas, obras hidráulicas, carreteras y estructuras), lo que hizo que la ingeniería tuviera reconocimiento a nivel mundial.
La Torre de Ingeniería de la UNAM terminó de construirse en 2000, con la aprobación del doctor José Luis Fernández Zayas, director del Instituto de Ingeniería (1991-1999) y diversas áreas de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, así como de la firma Sánchez Arquitectos y Asociados (Saya).
La Torre tiene 10 niveles en los que se encuentran un sótano, un auditorio, acceso, una terraza y seis niveles para oficinas. La superficie de construcción es de 13 mil 360 metros cuadrados. El edificio opera con lámparas T8, cuyo principio de funcionamiento es distinto al del campo magnético; el ahorro energético se calcula en 36 por ciento.
Esta obra se planteó como un edificio experimental que representara la vanguardia arquitectónica y los movimientos racionalistas. Desde luego, los criterios de sustentabilidad fueron muy importantes, por lo que se buscó la manera de considerar un mejor aprovechamiento de la luz y de climatización naturales, incorporando la tecnología más avanzada, pensando en el ahorro de energía y la reutilización de las aguas residuales. Además, la torre cumple con las normas y especificaciones establecidas por el Instituto Mexicano del Edificio Inteligente (IMEI), que la califican como edificio inteligente. Otras de sus características están relacionadas con el consumo racional de energía y agua, espacios remodelables, sistema de cableado estructurado y sistema de automatización.
Consumo razonado
El jardín que rodea al edificio funciona como un vaso regulador por las pendientes del terreno de toda la universidad. En época de lluvia, el agua pluvial inunda los jardines con un pequeño cuerpo de agua, la cual se filtra al subsuelo; después, el agua recolectada se envía a la planta de tratamiento de la Universidad.
“La Torre de Ingeniería es un edificio inteligente y sustentable de una manera indirecta, pues los residuos de agua se envían a tratamiento y son reusados para el riego de las áreas verdes y sanitarios de Ciudad Universitaria”, explica el ingeniero Ragnar Trillo.
Cableado estructurado
Con anterioridad, los edificios convencionales contaban con un sistema de tuberías y cables para electricidad, teléfono, cómputo y video, lo que generaba desorden y condiciones deplorables en las instalaciones.
Ahora, la Torre de Ingeniería cuenta con un sistema de cableado más eficiente y estructurado que aprovecha la banda ancha de frecuencia y asigna los canales de telefonía, datos y video en un mismo conductor.
Automatización
Incorporados para el máximo uso racional de la energía y los recursos naturales, se agregó el criterio de automatización, que facilita los procesos. Este sistema fue desarrollado por el propio Instituto de Ingeniería.
También cuenta con cortinas automatizadas (parasoles), las cuales producen un sombreado durante la mañana y logran que no haya una incidencia de calor que saque de confort el interior del edificio.
Climatización
México tiene Sol durante todas las estaciones del año, por lo que la carga térmica que se introduce en el edificio a través de los cristales es una imposición lumínica que debe disminuirse para generar un espacio de confort dentro de las edificaciones expuestas a este fenómeno. Es por ello que la Torre se ubica en dirección oriente-poniente; así, el aire amortigua la penetración solar.
Para ahorrar electricidad se construyó un sistema de aire acondicionado y ventilación pasivo que permite el ingreso del aire exterior. Este factor favorece el confort térmico en el interior de la Torre, ya que a través de su sistema de fachadas dobles se produce una circulación natural del aire, que se comienza a calentar mediante el termosifón (efecto chimenea), por donde el aire circula por sí solo y se hace menos denso.
“Es indispensable que los arquitectos sepan que deben manejar la luz natural y evitar el calentamiento excesivo en sus edificaciones, cuidándose de la insolación por la cuestión térmica y el consumo energético. Los ingenieros resolvemos el problema desde un punto de vista técnico, pero la conceptualización de cómo hacer el envolvente de los edificios es netamente de los arquitectos; por eso es muy importante la colaboración de ambas profesiones”, indica Ragnar Trillo.
Instalaciones eléctricas provisionales
Los especialistas coinciden en que realizar instalaciones eléctricas provisionales que cumplan con la normatividad es un ejercicio más económico y mucho más seguro.
Por ello, dentro de la Torre de Ingeniería se introdujo una subestación de 440 volts, la cual distribuye la energía en todos los niveles a través de un transformador trifásico que administra el tablero donde se resguarda el voltaje de todas las herramientas y equipos del edificio; con ello se evita la producción de la distorsión armónica.
Concepción arquitectónica
La conceptualización de un edificio inteligente parte de un planteamiento que debe analizar la orientación, los vientos dominantes, el entorno, la precipitación pluvial, el clima, etcétera.
“La delimitación arquitectónica de un edificio inteligente se da cuando un inmueble resuelve todas sus necesidades de una manera compositiva; por ello, la disposición de sus elementos y la constitución de sus partes son absolutamente determinantes”, expresa el arquitecto Gustavo López, de la firma Sánchez Arquitectos y Asociados.
“Para el desarrollo de la arquitectura, responder a criterios de carácter ambiental no es una moda, es una necesidad imperiosa que, de no ser reorientada, las ciudades no podrán seguir albergando el máximo punto de desarrollo de los países. Se piensa en el nuevo uso que tendrán los edificios de oficinas, ya que la gente no necesariamente trabaja en un cubículo; hay que pensar en espacios reconfigurables”, finaliza el arquitecto, ingenio de la obra.