La sustentabilidad en la edificación debe convertirse en una filosofía de vida, en un compromiso sólido y sostenido con la humanidad a través de la incorporación de principios fundamentales de sostenibilidad en lo que diseñamos y construimos.
Es de suma importancia reducir el uso del auto particular para abatir los GEI y favorecer las alternativas de movilidad sustentable, como el transporte público, el uso de la bicicleta y la caminata.
Caroline Vérut
El cambio climático es un fenómeno científicamente comprobado. Como resultado de las actividades llevadas a cabo por los seres humanos para alimentarse, transportarse, producir bienes de consumo y edificar espacios de vida, los gases de efecto invernadero (GEI) alcanzaron en abril de 2013 las 400 ppm. Esto quiere decir que hemos cruzado un umbral que muchos califican como irreversible, por lo que podemos esperar que los fenómenos climáticos extremos sean cada vez más frecuentes y cada vez más severos.
México contribuye con la emisión de más de 70 millones de toneladas de GEI al año, lo que corresponde al 2.1 % mundial. El sector residencial, comercial y público consume el 33.2 % de la electricidad generada en el país y el 19.6 % de la energía total producida. Si se tiene en cuenta que solamente el 6.9 % de la producción total de energía primaria del país proviene de recursos renovables (solar, eólica, hídrica y biomasa), se logra tener una idea del impacto que tiene el medio edificado en el fenómeno del cambio climático.
Como diseñadores, arquitectos, constructores y consumidores es posible contribuir a ayudar al planeta. Como asevera William McDonough, “el arquitecto determina, desde la primera línea, cuánto contaminará y cuánto afectará su edificio”. Es necesario entonces aplicar un modelo sistémico mutifactorial al diseño, con el fin de lograr el grado máximo de sostenibilidad que podamos alcanzar. Al integrar la participación de todos los grupos de interés (stakeholders) en el diseño del proyecto: clientes, usuarios, arquitectos de paisaje, biólogos, arquitectos bioclimáticos, topógrafos, ingenieros hidráulicos, sanitarios, eléctricos, estructurales, diseñadores y todo experto que demande el proyecto, en una suma de reuniones (charrettes) de diseño logramos entre todos beneficiar al medioambiente, a la sociedad y a la economía.
La redensificación poblacional y la intervención en espacios impactados con anterioridad resultan acciones significativas desde el punto de vista de la sostenibilidad
Cuidado del sitio
México es un país sumamente diverso, con 140 millones de hectáreas de vegetación natural, de las cuales se pierden anualmente 400 mil, principalmente por la expansión de la mancha urbana. Esto significa la pérdida de bosques y tierras cultivables y la extinción de especies animales y vegetales. Nuestra responsabilidad es cuidar el hábitat natural edificando en y redensificando predios ya previamente impactados, en lugar de usar reservas territoriales alejadas de los núcleos urbanos. Esto, a su vez, reduce las horas de transporte necesarias para trasladar personas y carga a estas ciudades-dormitorio suburbanas. El autotransporte es responsable del 44 % del consumo energético total del país. Los automóviles corresponden al 66 % de vehículos, de los cuales 97 % son privados. Es entonces de suma importancia reducir el uso del automóvil particular para abatir los GEI, favoreciendo las alternativas de movilidad sustentable, tales como asegurar el acceso al transporte público, diseñar ciclovías y banquetas que inviten a caminar y a usar la bicicleta. Los desarrollos de usos mixtos –habitacionales y comerciales–, ubicados en zonas céntricas de las ciudades, contribuyen significativamente a reducir la necesidad del automóvil y crean comunidades diversas, interesantes y más atractivas. Si a esto agregamos el diseño de paisajes, parques y azoteas verdes, que rescaten la flora existente en el sitio y que incorporen árboles y plantas endémicas, así como huertas urbanas, es sumamente posible regenerar la flora local con un mínimo consumo de agua.
Cuidado del agua
El total de agua dulce disponible en México asciende a 476 millones de km3 anuales, de los cuales, el 77 % se dedica a usos agropecuarios, mientras que el resto es para uso público, industrial y doméstico. Nuestro consumo de agua es de 11.5 m3 por habitante por día, lo que se considera elevado con base en estándares mundiales. La precipitación promedio en el país es más que suficiente para cubrir las necesidades de agua de sus habitantes. Es necesario diseñar sistemas cerrados de agua en las edificaciones que cosechen el agua de lluvia, la filtren y la potabilicen para su almacenamiento en cisternas pluviales, de modo que sea posible conducirla a los servicios de la edificación; recolectar las aguas grises y negras para su tratamiento y reutilización en sanitarios y riego de jardines, limpieza exterior e infiltración al subsuelo. La meta última es no depender para nada del abastecimiento de agua potable municipal. Con el fin de reducir la carga hídrica, es también necesario instalar grifería, muebles y aparatos ahorradores de agua, que contribuyan a abatir el consumo doméstico de agua.
Cuidado de la energía
En materia energética, el primer paso es alcanzar la mayor eficiencia energética posible dentro de nuestro proyecto. Esto significa, antes que nada, buscar las alternativas pasivas o bioclimáticas para alcanzar el confort térmico y lumínico del usuario.
Por su misma naturaleza, estas soluciones minimizan el gasto energético, utilizando el Sol, el viento, una adecuada orientación y dispersión de las edificaciones, estrategias de aislamiento, sombreado y ventilación para lograr reducir al máximo la demanda de energía. Este proceso de diseño debe estar fundamentado en un cuidadoso análisis del sitio, de su clima –temperatura, humedad, precipitación, radiación solar, dirección de los vientos–, de la topografía, del entorno natural, social, económico y cultural, y de la arquitectura vernácula para determinar las estrategias pasivas idóneas para el sitio que minimicen el impacto económico y ecológico.
Una vez agotadas las alternativas bioclimáticas, se buscan usar soluciones mecánicas con el menor gasto energético: ventiladores, antes que sistemas de aire acondicionado, focos LED y ahorradores, sistemas de calefacción y enfriamiento de alta eficiencia, y aparatos ahorradores de energía con una certificación con validez nacional o internacional (Fide o Energy Star, por ejemplo).
Finalmente, se propone generar la energía requerida en el sitio mismo. Mediante el nuevo medidor bidireccional, es ahora posible generar electricidad con sistemas fotovoltaicos, inyectar la energía a la red y pagar únicamente el diferencial entre la energía consumida de la CFE y la generada en la edificación. Idealmente, nuestros proyectos deberán ser Net Zero; es decir, generar el total de la energía requerida para cubrir el consumo del proyecto. En materia de calefacción de agua, los sistemas termosolares permiten sustituir el uso de gas LP por la energía del Sol, reduciendo así la emisión de GEI.
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Caroline Vérut
Es licenciada en Economía por el ITAM. Cursó los diplomados de Arquitectura y Diseño Sostenible, y Comunidades Sostenibles. Desde 2008 es socia y directora Adjunta de Itaca Proyectos Sustentables. En agosto de 2012 se forma como vocera del Climate Reality Project directamente con el Sr. Al Gore. Cofundadora de la asociación ciudadana CUBE, así como de Conciencia y Acción Ambiental. Miembro fundador de Sustentabilidad para México (SuMe). Conferencista en materia de sustentabilidad en diversos foros nacionales e internacionales.
Referencias:
1. Inventario Nacional de GEI.
2. INEGI: Balance Nacional de Energía 2011.
3. Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales.