El cambio climático está en marcha y las concentraciones de bióxido de carbono y otros GEI que ya se encuentran en la atmósfera tardarán un siglo o más en disiparse. Por ello, las acciones de mitigación y adaptación que emprendan los países determinarán la gravedad del fenómeno a lo largo de los próximos decenios.
Para enfrentar las consecuencias del cambio climático es necesario establecer medidas de mitigación y adaptación a largo plazo.
Víctor Manuel López.
La inacción ya no puede ser una alternativa para enfrentar las consecuencias del cambio climático, pues algunos de sus impactos ya son inevitables. Se infiere la necesidad de establecer medidas efectivas de mitigación y adaptación para disminuir la vulnerabilidad de la población, principalmente la menos favorecida económicamente, pues es la más expuesta a los impactos y a los eventos meteorológicos extremos, enfermedades, escasez de alimentos y otras consecuencias graves.
El cambio climático se manifiesta a través de inundaciones que impactan en los asentamientos urbanos
Los cambios observados y los previstos mediante escenarios simulados por los modelos climáticos reclaman una estrategia dual para enfrentarlos, representada por acciones de mitigación y adaptación. La mitigación significa reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que propician el calentamiento global y el almacenamiento o remoción de esos GEI de la atmósfera. Entre más acciones exitosas de mitigación se consigan, menos trabajos de adaptación se requerirán en el futuro. Las acciones de adaptación, por otro lado, se enfocan en aumentar la capacidad de enfrentar o evitar los impactos perjudiciales, o en aprovechar las nuevas condiciones que produzca el cambio del clima.
Tanto la mitigación como la adaptación son medidas complementarias para enfrentar este fenómeno, pues mientras la primera busca evitar las causas, la segunda confronta los efectos. Ambas son importantes, aunque existen diferencias entre ellas; por ejemplo, los beneficios de la mitigación ocurren a escala global, en tanto que la adaptación, por lo general, tiene resultados locales.
Según la Ley General de Cambio Climático (LGCC) –que entró en vigor en octubre de 2012–, las acciones de adaptación se requieren a escala local, estatal y nacional. Adaptarse implica ajustar la forma de realizar las cosas para asegurarse de que se está preparado para hacer frente al cambio climático. No se trata de una alternativa de mitigación, sino de convivir con los impactos que ya es imposible revertir.
En el caso de la adaptación autónoma o espontánea, la población lleva a cabo acciones cuando le conviene y puede hacerlo, siempre que los beneficios sean mayores que el costo de adaptación. En algunos casos, los incentivos privados pueden bastar para motivar y, cuando las condiciones de mercado operen con eficiencia, los mecanismos de adaptación pueden conducir a mejores resultados.
Para que la sociedad tome iniciativas de adaptación los gobiernos deben asumir su liderazgo para transponer las barreras y propiciar decisiones apropiadas. Según parece, ése es uno de los propósitos de la Estrategia Nacional de Cambio Climático 2013-2018. Las evidencias del poco interés o desconocimiento del tema de adaptación entre la población demuestran que las autoridades deben informar, motivar y tomar iniciativas para contrarrestar los efectos del fenómeno, lo cual también plantea la LGCC; sin embargo, el nivel general de adaptación está determinado por múltiples factores y circunstancias.
La literatura ubica a la adaptación en tres diferentes perspectivas. Una sugiere que debe integrarse en la reducción de riesgos a los desastres. La segunda la ubica en las comunidades al considerar una diversidad de riesgos transversales que pueden asociarse con los impactos del cambio climático. Una tercera, muy difundida, es que tanto la disminución de los riesgos como la adaptación deben incorporarse al proceso de planificación del desarrollo de cada país.
Según cada región, sector y grupo, habrá diferencias en las posibilidades para adaptarse, las cuales se exacerbarán por las desigualdades. El nivel económico, la edad, la educación y el poder pueden afectar la capacidad adaptativa individual y el acceso a tecnología, transporte, capital, comunicaciones, ayudas sociales, etcétera.
Vulnerabilidad y riesgo
Los términos vulnerabilidad y riesgo se utilizan para describir los efectos potenciales del cambio climático en infraestructuras civiles, sectores productivos, ecosistemas, grupos sociales, comunidades y regiones. Ambos términos resultan de fácil comprensión para casi todas las personas, sobre todo si se utilizan en forma genérica; sin embargo, cuando se utilizan de manera específica o cuantitativa es necesario definir los sentidos que se les atribuyen.
El concepto vulnerabilidad señala las características de los sistemas humanos o naturales amenazados por uno o más factores impulsores del clima. Se trata de la susceptibilidad de la sociedad y sus soportes productivos, de infraestructura o materiales, en general, de sufrir daños y pérdidas cuando son impactados por fenómenos físicos extremos, y de enfrentar dificultad para recuperarse de manera autónoma.
Considerar la vulnerabilidad de una sola persona significa analizar sus condiciones de seguridad física individual frente a una amenaza específica y, de igual forma, su modo de sobrevivencia ante el peligro de pérdida o daño. Considerar un barrio es bastante accesible al análisis; pero, aun así, requiere valores de juicio y abstracciones. Si se quiere valorar la vulnerabilidad nacional, se enfrentaría un problema de magnitud que requiere juicios informados, abstracciones, ponderaciones a las variables, etcétera.
Por el lado de los aspectos tangibles se corre el riesgo de deshumanizar el análisis si se privilegia la pérdida de objetos, valores monetarios o económicos, en vez de la afectación social y humana. Al centrar la atención en las personas y sus medios vitales se enfrenta la necesidad de reclasificar otros aspectos, como infraestructura, ecosistemas, formas de producción, entre otros, y de reconsiderar nociones menos tangibles representadas por la vulnerabilidad institucional, política, organizacional, educativa y cultural.
Impactos
Las manifestaciones más evidentes se advierten en inundaciones, sequías, heladas y huracanes atípicos, cuyos impactos en asentamientos humanos, rutas de transporte e infraestructura deben considerarse a mediano y largo plazos. Extensas áreas urbanas y lugares estratégicos donde se ubican bienes nacionales deben priorizarse, en tanto que otras tendrán que abandonarse por su incosteable rescate.
Suponiendo que se dejaran de emitir GEI, los inminentes efectos del cambio climático son inevitables. Importantes modificaciones en la tipología, frecuencia, intensidad, duración y distribución de los peligros del clima deberán ser confrontados aún en los escenarios más conservadores que han elaborado los científicos del tema. Por ejemplo, el aumento de 2 grados centígrados en la temperatura terrestre provocará la extinción de entre 15 y 40 por ciento de las especies. Entre 3 y 4 grados de incremento propiciaría el desplazamiento de millones de personas debido a inundaciones. Si el incremento supera los 4 grados, se afectaría seriamente la producción agrícola, de la cual nos alimentamos (Stern, 2007).
De acuerdo con el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), cierto calentamiento global es inevitable debido a los GEI que ya están presentes en la atmósfera. Por ello, la adaptación es imprescindible para la sobrevivencia humana a largo plazo. También señala que las simulaciones de climas futuros muestran que los fenómenos climáticos aumentarán su frecuencia, intensidad y cobertura en lo que resta del siglo, causando daños materiales y humanos (IPCC, 2007). La población más vulnerable son los niños de corta edad, ancianos, enfermos y las personas más pobres, incluidas las de países ricos. En forma indirecta, también impactará a toda la población de diferentes maneras: escasez de alimentos y agua limpia; interrupción de servicios como electricidad, comunicaciones y salubridad; afectaciones a la salud mental por depresión y desórdenes postraumáticos.
El Informe Stern menciona que de cada cuatro desastres naturales, tres son de origen hidrometeorológico (Stern, 2007) y afectan con mayor severidad a los países pobres debido a inundaciones, deslizamiento de tierra, sequías, hambrunas, escasez de agua limpia, lluvias atípicas y huracanes. Abunda que si no se acatan las consecuencias podría presentarse una situación caótica, similar a la de las guerras mundiales, aunque también señala que con una inversión inmediata de 1 por ciento del producto interno bruto podrían evitarse.
Sandy, uno de los mayores huracanes registrados en el Atlántico, golpeó la costa Oeste de EUA en octubre de 2012 e hizo un recordatorio de lo mal preparada que está la sociedad en cuanto a infraestructura y reacción ante eventos climatológicos extremos.
La adaptación es imprescindible para garantizar la sobrevivencia del ser humano, pues el calentamiento global y sus efectos ya son inevitables
Cómo enfrentar los impactos
La ENCC del Gobierno de la República Mexicana (CICC, 2013) plantea dos objetivos básicos: reducción de la vulnerabilidad social y aumento de la resiliencia de la infraestructura básica, asumiendo que los impactos dictarán la manera de atenderlos, así como el tipo de infraestructura por priorizar y sus riesgos.
Los fenómenos hidrometeorológicos Ingrid y Manuel contribuyeron a ratificar la conveniencia de priorizar la atención a la infraestructura básica relacionada con agua, energía, transporte y comunicaciones. Dicha infraestructura se relaciona e interconecta con el resto de los sectores productivos, ecosistemas, tierras de cultivo, patrimonio cultural y demás elementos de cualquier nación, lo que representa un desafío. No obstante, con ello se presentan oportunidades para desarrollar tecnología innovadora para el uso sostenible de los recursos y para el uso dual o múltiple de algunas infraestructuras. En el ámbito de la infraestructura física, la adaptación a los impactos presenta al menos dos formas de respuesta: afrontar los impactos que ocurran a largo plazo y desarrollar resiliencia de cara a los eventos meteorológicos, que por definición ocurren a corto plazo.
Tras los eventos climáticos, surge gran cantidad de obstáculos para reconstruir con rapidez y eficacia, como poca capacidad de las constructoras locales, escasez de materiales y mano de obra calificada, y pocos recursos financieros disponibles. Frente a la urgencia de restablecer la habitabilidad y normalizar la vida cotidiana de las comunidades, subyace la oportunidad de obtener beneficios a largo plazo.
Ante esa situación, los grupos de trabajo del IPCC sugieren tomar en cuenta la diversidad de medios de sobrevivencia que existen en las localidades afectadas, para lo cual se necesita trabajar con la población perjudicada. Así, además de ayudar a recobrar las condiciones físicas previas, se potencializa la resiliencia de los medios de subsistencia, pues se trabaja con pobladores y grupos que conocen la realidad local.
Incorporación del concepto de adaptación
Como el cambio climático, la adaptación es multidisciplinaria por naturaleza y, por tanto, compleja. Para que la adaptación sea efectiva se requiere incorporar políticas e inversión financiera en la planificación y toma de decisiones, además de que no es posible hacerlo con una solución única, ni siquiera la que pudieran representar las fuerzas del mercado.
Hay incertidumbre en la oportunidad y magnitud del cambio del clima, y en los vínculos entre la adaptación y el desarrollo que se complican a la larga en el proceso adaptativo (Cimato, 2010); además, los beneficios y costos no necesariamente se incorporan en el proceso de toma de decisiones. Los gobiernos deben promover acciones tempranas, para lo cual se requiere:
- Proveer a la población de información apropiada sobre los cambios futuros del clima y sus posibles impactos
- Establecer normas de procedimientos en caso de ocurrir dichos impactos
- Proponer criterios para seleccionar adaptaciones prioritarias
- Incorporar medidas de adaptación en las políticas nacionales de desarrollo y en los planes de inversión públicos
- Diseñar e implementar políticas a largo plazo de protección a ecosistemas sensibles y bienes públicos (abastecimiento de agua, protección de costas, políticas de cooperación regional, entre otros)
Disminuir la vulnerabilidad y la resiliencia mediante la adaptación está estrechamente relacionado con las opciones de desarrollo y las acciones relativas a varios sectores, como la agricultura, el turismo, la energía, la salud, el agua y la infraestructura. Por ello, se vuelve imprescindible una estrecha relación y coordinación entre los niveles nacional, estatal y municipal, tal como lo estipula la LGCC; no obstante, el procedimiento es más efectivo cuando se descentraliza, según lo marcan experiencias internacionales (IPCC, 2012).
Igualmente, de esas experiencias se puede deducir que crear instituciones centrales encargadas de la gestión de los riesgos no ha tenido los resultados esperados, pues una sola institución o persona no cuenta con las capacidades suficientes que hagan frente a los retos que conllevan los efectos del cambio climático.
Es por este motivo que resulta importante reforzar los sistemas de gobernanza locales o crearlos si es que no existen, pues los impactos ocurren en localidades y regiones puntuales que requieren medidas de adaptación específicas.
Con los fenómenos que se han observado cada vez con mayor frecuencia, se deduce que durante las próximas décadas la convincente naturaleza del cambio climático requerirá, además, un replanteamiento de actitud de quienes lo administran centralmente. Tal es el caso de la incorporación de la variable de adaptación en la inversión a niveles locales e incluso sociales, hablando, específicamente, de medidas de adaptación urgentes.
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Bibliografía
Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) (2007), IPCC Fourth Assessment Report: Climate Change 2007 (AR4), en internet, URL: www.ipcc.ch
IPCC (2012), Managing the risks of extreme events and disasters to advanced climate change adaptation. Special report of Working Groups I and II of the IPCC, Cambridge University Press, Cambridge, UK, and New York, USA.
Comisión Intersecretarial de Cambio Climático (CICC) (2013), Estrategia Nacional de Cambio Climático, Visión 10-20-40, Gobierno de la República, México, D.F.
Cimato F. and Mullan M. (2010), Adapting to Climate Change: Analysing the Role of Government, Department for Environment Food and Rural Affairs (DEFRA), London.
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Dr. Víctor Manuel López López
Secretario de la Comisión de Energía y Cambio Climático de la Academia de Ingeniería, A. C.