Mucho se ha hablado sobre la problemática que vive el planeta en materia ambiental. Programas, protocolos, organizaciones y grupos se han sumado al combate contra el cambio climático, pero los esfuerzos todavía no alcanzan las metas esperadas. ¿Hasta qué punto es útil señalar culpables en vez de asumir responsabilidades? Cómo participar y quiénes es la pregunta nodal, frente a un fenómeno que a todos incumbe.
Eréndira Reyes
La sociedad actual está conformada por diversas clases sociales, sectores productivos y actores políticos de todas las naciones, que participan en el desarrollo económico, industrial y social, enmarcadas en un esquema de trabajo global. En el contexto de estas clasificaciones, las distintas actividades que realizan los seres humanos en el planeta y los resultados obtenidos, sean positivos o negativos, se evalúan a la luz de las responsabilidades que debe asumir cada miembro para mantener el balance entre la actividad humana y los recursos disponibles.
En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), existen cinco sectores sociales y en ellos se encuentran posicionadas las distintas actividades económicas que conforman el desarrollo del país. La regulación y el monitoreo de esta clasificación compete a los diversos estratos gubernamentales, mientras que las implicaciones de las labores cada vez son objeto de estudio y evaluación de un mayor número de participantes. Academia, industria, organismos independientes y culturales, activistas ambientales, asociaciones civiles, entes políticos y sociedad en general desempeñan un papel activo en el devenir de la historia mundial que todos comparten.
En este sentido, cada actividad individual o colectiva sólo cobra forma dentro de una sociedad compartida, que habita un planeta común y participa de los descubrimientos que logran las diversas ramas del conocimiento, representados en avances tecnológicos, optimización de datos y creación de mecanismos que mejoran las relaciones mundiales. De igual manera, los conflictos entre naciones, las catástrofes naturales y las emergencias biológicas ante el surgimiento de enfermedades que amenazan la existencia humana se convierten en responsabilidades comunes que la sociedad en general debe asumir.
Ante este panorama, resulta difícil precisar por qué el problema más grave, más desafiante y más global que haya enfrentado la humanidad recae todavía en sólo unas cuantas manos; en otras palabras, ¿por qué se le exige la solución del problema a un solo sector o a un solo actor, cuando el ser humano en general ha sido el causante?
La problemática relacionada con el cambio climático supera todas las fronteras, desconoce todas las lenguas, ignora las diferencias de razas, edades, estratos sociales o actividades productivas; afecta tanto a hombres, como a mujeres; tanto a comunidades rurales, como a asentamientos urbanos; a naciones desarrolladas, como en desarrollo.
Pero parece más sencillo imputar la culpa a otros, que aportar soluciones en conjunto. Es así que el problema y la responsabilidad de darle solución debe asumirse en un frente común como sociedad: gobierno, industria, academia, organismos independientes y, evidentemente, la población en general. El gran obstáculo para la solución del problema reside en la idiosincrasia humana. Se suele pensar por qué hacerlo yo si alguien más puede encargarse. Acaso este modelo de pensamiento sea lo que ha desencadenado la situación actual.
Señalar culpables sirve de muy poco: el daño está hecho. El desafío se reduce a transponer las fronteras individuales y a entender que la responsabilidad es humana, de nadie más. Cuando Neil Armstrong logró pisar por primera vez la Luna, pronunció una frase simbólica: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. El astronauta llegó a la Luna, pero el logro correspondía a la humanidad entera. ¿No cabría de igual forma decir sobre el cambio climático: “El gran daño fue causado por unos cuantos hombres, pero repararlo corresponde a toda la humanidad”? Cabe la duda: ¿sólo los logros son compartidos?
“Una molécula de un CFC puede ser 5 mil, 10 mil o 20 mil veces una molécula de CO2. Pero la industria química avanza. Se están generando sustancias que pueden hacer el mismo trabajo que hacen muchos refrigerantes”: Xóchitl Cruz Núñez
Qué se está haciendo
En todo el mundo, los sectores productivos, los gobiernos, las sociedades, las culturas, ambientes y demás elementos que coexisten en el planeta guardan una dependencia mutua para la consecución de objetivos y la mejora de la sociedad. Dicha dependencia se ha capitalizado como una relación productiva, que ha demostrado capacidades suficientes para alcanzar metas inimaginables, así como una habilidad sorprendente para adaptarse y sortear desafíos. ¿Puede esta relación lograr de igual forma soluciones efectivas y conjuntas cuando algo sale mal? Un cambio tangible es impensable si se subestima el aporte del más pequeño eslabón.
Para este fin, más que hablar de los equipos, procesos o usos que impactan al planeta tierra, quiénes los fabrican, quiénes los usan y quiénes permiten que se utilicen, es preciso buscar las principales fallas en las líneas de acción, las causas de que las metas suscritas por naciones y organismos parezcan hasta ahora imposibles de cumplirse a cabalidad, y la manera de que cada persona sea consciente de lo mucho que puede aportar.
Según la doctora Xóchitl Cruz Núñez, académica del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la Universidad Nacional Autónoma de México: “La Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas fue la que empezó a reunir a los diferentes países para tratar de comprometerlos a que se reduzcan las emisiones que generan el aumento en la concentración de dióxido de carbono y de otros contaminantes, para de esta manera tratar de amainar un poco el crecimiento tan extenso de los componentes de efecto invernadero”.
Desde entonces, son más que conocidos los diversos acuerdos y convenios multilaterales suscritos por naciones de distintas latitudes para encontrar la manera de modificar la inmanente condición destructiva de un arraigado modelo económico y productivo, el cual ha permitido tanto la consolidación de una civilización cada día más avanzada en términos tecnológicos, al igual que más amenazada por sus propios avances.
El Protocolo de Montreal, logrado a finales de la década de 1980, se erige hasta hoy como el principal acuerdo para definir las acciones que se deben tomar en la misión de reducir el daño planetario. Año con año, más naciones se suman a las exigencias del Protocolo e intentan deteriorar menos, aunque el avance aún es mínimo y varios de los principales emisores de gases contaminantes conservan un modelo productivo poco preocupado por el efecto adverso que causa sobre el equilibrio natural.
Dichos actores, en su mayoría, son considerados por el Protocolo como naciones en desarrollo, rasgo que les otorga un periodo de gracia para modificar sus esquemas industriales. Esto ha permitido que países como China e India, ubicados como número uno y número tres, respectivamente, en la clasificación de las naciones con mayores niveles de emisiones de CO2 equivalente. En el caso de China, sus emisiones actuales ascienden a 1 mil 190 toneladas métricas de totales de CO2, mientras que India registra un promedio de 387 toneladas métricas. El único país que registra niveles similares es EUA, segundo en la clasificación de mayores emisores de CO2, nación que promedia 575 toneladas métricas.
Una de las diferencias más significativas entre las dos primeras naciones y la tercera es su estatus en las consideraciones del Protocolo de Montreal, pues mientras EUA se clasifica como país industrializado, lo que lo obliga a implementar esquemas para reducir tanto como sea posible sus emisiones contaminantes, China e India aún son naciones en desarrollo, por lo que les es permitido mantener altos niveles de emisiones por un periodo de 10 años más. Lo más grave de esto es que se espera un aumento considerable en sus emisiones para los próximos años, conforme su nivel de industrialización se incremente.
Para el caso de México, cuyo estatus dentro del Protocolo de Montreal es equivalente al de China e India, se cuenta como el único país en vías de desarrollo que asumió desde el comienzo la responsabilidad de combatir el daño ambiental; su posterior inclusión en acuerdos, protocolos adicionales y el desarrollo de normativas ha tenido efectos positivos a nivel nación y a escala mundial; sin embargo, como en todo el planeta, el camino todavía es extenso.
“En lo relacionado con el aislamiento de los equipos para la conservación del frío y con los fluidos refrigerantes, se ha buscado cumplir con los protocolos mundiales”: Julián González
Entre las industrias, el sector de la refrigeración y la climatización (acaso sólo después del sector de energía) tiene la mayor responsabilidad en el tema del cambio climático. Las razones son simples: un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero lo generan los equipos propios de este sector, mientras que de los dos tercios restantes, correspondientes a la generación de energía, gran parte recae en el mismo sector HVACR, al ser, junto con la iluminación, el mayor consumidor de electricidad en todo el mundo.
Fernando Rangel Villasana, coordinador de Tecnología Limpia del Programa de Cambio Climático y Energía en el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) México, opina al respecto: “Por el lado de normatividad que existe en México se ha optado por un reemplazo por equipos más eficientes; así surge el tema de electrodomésticos que se usan en casas. Para poner esto en el contexto de cambio climático, es importante decir que todo el consumo asociado con estos aparatos es abastecido a través del sistema de energías renovables y energías fósiles, por lo que este factor incide directamente en la emisión de gases, e impacta al medioambiente”.
Por su parte, Julián González, presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes para la Industria de la Refrigeración (ANFIR), explica que las empresas manufactureras del sector han asumido el camino de la eficiencia y del reemplazo de refrigerantes como principales líneas de acción: “Trabajamos en todo lo relacionado con el consumo de energía eléctrica y la seguridad. Asimismo, en lo relacionado con el aislamiento de los equipos para la conservación del frío y con los fluidos refrigerantes, se ha buscado cumplir con los protocolos mundiales de salida de ciertos gases y la sustitución por los nuevos, que son más amigables con el medioambiente”.
Estas acciones muestran que los “principales” responsables han buscado la manera de cambiar tanto procesos como paradigmas; sin embargo, los resultados no han sido los esperados, porque, como en todo problema que implique a más de un sector, un solo actor no es capaz de dar solución.
En fechas pasadas, el WWF publicó un reporte en el que se declaraba que el planeta se encontraba en “números rojos”; es decir, se había sobrepasado la disponibilidad planetaria de recursos y su regeneración ya es imposible. “El problema con los refrigerantes es que son fuertes contaminantes y son gases de efecto invernadero, con potencias mayores que el CO2. Una molécula de un clorofluorocarbono (CFC) puede ser 5 mil, 10 mil o 20 mil veces una molécula de CO2. Es por ello que cantidades ínfimas de estos compuestos tienen un gran efecto invernadero. Pero la industria química avanza. Se están generando sustancias que pueden hacer el mismo trabajo que hacen muchos refrigerantes que tienen altos potenciales de efecto invernadero y se busca llevar a cabo la sustitución” cuanto antes, declara la doctora Cruz.
Si bien la sustitución de refrigerantes es un paso importante en el sector HVACR, algunos subsectores han recibido menor atención, por representar un riesgo menor, aunque no menos importante, como es el caso del equipamiento de climatización doméstica o el automotriz, por lo que muchos de ellos continúan operando con refrigerantes que debieron haberse suprimido y siguen causando daños. Por si fuera poco, entre los usuarios sigue existiendo poca consciencia sobre las consecuencias de usar inadecuadamente estos sistemas. “Nosotros, como consumidores, somos responsables también, pues según cómo usamos y operamos los equipos será en gran medida su consumo de energía. También es importante resaltar las cifras que presenta la Ciudad de México en términos de producción de basura electrónica, pues aproximadamente se tiran entre 150 y 180 mil toneladas de basura electrónica al año y sólo 10 por ciento se envía formalmente a reciclaje. Estimados de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal calculan que 40 por ciento de estos residuos se quedan almacenados en casas y oficinas”, explica Rangel Villasana.
En relación con la generación de desperdicios, se sabe que, potencialmente, una persona produce 1.6 kilogramos de basura electrónica al año, cifra que podría incrementarse a corto plazo si se considera que en el mundo entero se ha adoptado una tendencia de reemplazo de este tipo de equipos en periodos cada día más cortos.
“Como consumidores, somos responsables también, pues según cómo usamos y operamos los equipos será en gran medida su consumo de energía”: Fernando Rangel Villasana
Panorama nacional
La directora General del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la doctora María Amparo Martínez, comenta que, a pesar de los avances y del papel que ha jugado desde la implementación de programas y protocolos de carácter mundial, la industria aún tiene mucho que aportar: “En general, la industria tiene un papel muy importante, que tiene que ver no solamente con las emisiones de gases tóxicos, sino con una actitud y toma de consciencia social de parte de un sector importante en la economía y cuya responsabilidad pública se toma como ejemplo frente a la población. Siempre se habla sobre los distintos intereses que existen entre lo que piensa la población y lo que piensa la industria; pero creo que este tema del cambio climático debe ir por una misma dirección y debe tener como fin una mejor calidad ambiental y la disminución de problemáticas ambientales”.
Abunda: “Ahora bien, por el Protocolo de Montreal, en una primera fase, se puso mucho énfasis en la disminución de químicos, como el R-22, y se debe decir que se ha logrado un gran avance en comparación con la situación que se vivía cuando entró en vigor. Lo que también hay que considerar son los efectos de los químicos que se están utilizando en su sustitución, pues los productos manufacturados por el hombre permanecen en la atmósfera e indirectamente siguen causando consecuencias. Es de gran importancia, tanto ambiental, como comercial y éticamente hablando, por lo que ninguno de estos factores se debe omitir; más bien se debe ver como una oportunidad de negocio para las empresas que quieran entrar en la lucha y la investigación”, afirma la especialista.
Programas para mejorar estos factores han sido implementados a través de distintas instancias y se ha trabajado en conjunto con industria y gobierno para mejorar la calidad de vida y de productos en el sector nacional. Rangel Villasana comenta sobre uno de los programas que ha implementados: “En México, por ejemplo, existe la campaña en la que se recuperan refrigeradores y se renuevan por otros más eficientes; sin embargo, uno de los problemas que surgió con esta iniciativa es el de la chatarrización. La iniciativa fue buena y se logró que mucha gente participara, pero el manejo de los equipos recuperados no se pensó de forma efectiva. Finalmente, estas acciones también sirven como lección para futuros programas”, afirma el especialista de WWF México.
Gracias a los esfuerzos que cada una de las partes de la sociedad ha hecho, México ha avanzado un gran trecho hacia la consecución de las obligaciones suscritas en el Protocolo de Montreal, lo que lo coloca en una posición importante ante esta problemática. El presidente de la ANFIR, por ejemplo, resalta que además de los esfuerzos que ha tenido el sector en México, un gran aporte lo han dado los avances tecnológicos: “Adoptamos los últimos adelantos de la tecnología para la fabricación de los equipos y componentes, como el uso de motores electrónicos más eficientes, iluminación LED, controles inteligentes y refrigerantes y aislamientos de acuerdo con la última generación disponible en el mercado”.
Así como la industria, gobierno, academia y organismos independientes han sumado esfuerzos para contrarrestar la situación actual. Si bien es cierto que la optimización de procesos y la implementación de normas y programas no se pueden hacer de forma inmediata, el planeta exige que se tomen medidas radicales para evitar su degradación y buscar alternativas menos dañinas. Rangel Villasana describe una de las acciones en marcha desde hace varios años, pero que sigue teniendo modificaciones en su aplicación e implementación: “En el sector HVACR, una de las limitantes es que realmente no existen muchos centros donde se pueda realizar un buen manejo de los gases refrigerantes que tienen los equipos residenciales, lo que representa, por lo tanto, una limitante importante para el consumidor promedio, pues en la gran mayoría de los casos no sabe a dónde llevar el equipo que ya se averió o que se quiere reemplazar. La solución más cercana que tiene es chatarrizar informalmente este tipo de sistemas”.
Una de las grandes limitantes que existen en esta situación es la incertidumbre y lo poco que se ha logrado, a despecho de los esfuerzos. En este punto coinciden todos los especialistas. La doctora Cruz Núñez, por ejemplo, indica que a pesar de que muchos países se sumaron a los distintos protocolos, los programas y acciones no se han llevado a cabo y no se sabe con certeza si se lograrán las metas contempladas para 2020 y 2050.
“Se habla sobre los distintos intereses que existen entre lo que piensa la población y lo que piensa la industria; pero creo que el tema del cambio climático debe ir por una misma dirección y debe tener como fin una mejor calidad ambiental y la disminución de problemáticas ambientales”: Amparo Martínez
Qué ha logrado la industria mexicana
En 1997, el Protocolo de Kioto vinculó a las naciones desarrolladas a cumplir con metas asignadas para la reducción de emisiones de GEI. Esta iniciativa tuvo el doble objetivo de facilitar a los países desarrollados el cumplimiento de sus compromisos de reducción y limitación de emisiones, al tiempo que promocionaba la transferencia y financiación de tecnologías limpias en países considerados en desarrollo o en transición hacia economías de mercado. Este Protocolo introdujo lo que se han llamado “mecanismos flexibles” o mercados de conformidad.
Mediante este mecanismo, los países desarrollados disponen de cierto grado de libertad para invertir en proyectos en otros países con economías en transición, y contabilizar las unidades de reducción de emisiones para alcanzar sus compromisos de reducción de GEI. No obstante, muchas naciones aún están fuera de estos protocolos o bien no han logrado implementar programas eficaces.
La académica del CCA afirma: “Hay compromisos que tienen los países para 2020 y muchos de ellos ni siquiera han iniciado las medidas de mitigación para cumplirlos. Hay también compromisos para 2050 y muchos países no hemos empezado siquiera a aterrizar los compromisos que tenemos. La catástrofe planetaria es inminente si no hacemos algo. Nadie nos va a castigar más que la Tierra. Tenemos que presionar a nuestros gobiernos, sobre todo, para que se hagan los esfuerzos de mitigación para poder alcanzar las metas que se suscribieron. Lo ideal sería cambiar nuestro estilo de vida a tecnologías completamente limpias, y eso nos daría un mayor margen de alivio; pero cumplir con nuestros compromisos es algo en lo que todos debemos trabajar”.
El sector gobierno ha estudiado alternativas y ha creado organismos especializados que buscan alianzas con organizaciones ambientales y con institutos de investigación. La doctora María Amparo Martínez comenta: “Estamos en una fase de estudio en la que buscamos la colaboración de las industrias, como en qué tipo de procesos se puede aplicar un cambio y qué alternativas podrían ser factibles. La industria ha trabajado desde hace tiempo en la eliminación de refrigerantes tóxicos y en el desarrollo de otro tipo de químicos; sin embargo, así como nosotros, está en una fase de estudio”.
Gracias a este tipo de investigaciones se han logrado desarrollar diversos esquemas en el país, como la Estrategia Nacional de Cambio Climático y la Ley General de Cambio Climático, además de la implementación de normas nacionales de carácter voluntario y reglamentaciones obligatorias.
La industria destaca también el trabajo que se ha hecho en este sentido y habla sobre las distintas normas que se pueden aplicar en el país y que están en proceso de evaluación e implementación. “La ANFIR trabaja en la promoción de las normas que regulan nuestra actividad industrial, como la NOM-002, que se refiere a la eficiencia energética de todo aparato de refrigeración comercial; la NOM-0052, que se refiere al manejo de residuos de gases refrigerantes, y además trabajamos con las universidades y escuelas técnicas en la educación de los técnicos y profesionistas que harán un uso responsable de nuestros equipos y componentes. Otra acción que se ha tomado es promover con las autoridades aduaneras el cuidado de las importaciones fuera de norma para así evitar daños a nuestro entorno”, detalla el presidente de la ANFIR.
Hasta el momento, como parte de las acciones establecidas por el Protocolo de Montreal, México ha entregado cinco Comunicaciones Nacionales en las que se ofrecen detalles en materia de cambio climático y emisiones de GEI ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Además, ha establecido compromisos cada vez más fuertes: la reducción de 30 por ciento de sus emisiones de GEI para 2020 y de 50 por ciento para 2050.
“La Ley de Cambio Climático y la Estrategia Nacional de Cambio Climático muestran que sí se han hecho esfuerzos, que sí se ha trabajado en ello, pero falta mucho más. Hace falta mucha educación, proyectos, salir a diseminar todos estos proyectos de energía limpia, agricultura sustentable, entre muchos otros temas”, destaca la académica del CCA.
“La catástrofe planetaria es inminente si no hacemos algo. Nadie nos va a castigar más que la Tierra. Tenemos que presionar a nuestros gobiernos, sobre todo, para que se hagan los esfuerzos de mitigación”: Xóchitl Cruz
Sortear los retos
Las opiniones coinciden en que uno de los mayores retos a los que se tienen que enfrentar la población es el acceso a la información. Rangel Villasana advierte que hacer más accesible el conocimiento respecto del fenómeno climático es una de las tareas pendientes: “El crecimiento económico de la industria y del país no debe de estar desvinculado de la degradación ambiental, no podemos seguir avanzando y superando la capacidad de los ecosistemas para sostenerlos, y una de las mejores herramientas que se tienen es el acceso a la información. Información no sólo para la sociedad, sino para crear procesos y equipos efectivos”.
Por supuesto, la información existe y crece día con día. Una responsabilidad de cada individuo, no sólo en el tema ambiental, es buscar la información cuando está la mano. En ese sentido, la industria puede acercarse a los institutos y a las entidades que generan conocimiento para ver cómo mejorar sus procesos. “A través de acercamientos con la Facultad de Química, con el Instituto de Materiales, con el Instituto de Ciencias de la Atmósfera, se pueden generar nuevas rutas para mantener los procesos y mejorar las emisiones industriales”, destaca la doctora Xóchitl Cruz.
El reemplazo de refrigerantes es un desafío que la industria ha enfrentado de manera adecuada y con resultados positivos. Por supuesto, siempre hay un pero: el mal manejo de refrigerantes y la proliferación de estas sustancias en el mercado negro, lo cual sucedió con la desaparición de los CFC y se está repitiendo con la inminente salida de los HCFC del mercado. A nivel gobierno e industria, es un fenómeno que lamentablemente no se ha logrado combatir de forma efectiva.
“Existen las importaciones ilegales fuera de toda norma, lo que provoca una competencia desleal que afecta a nuestros negocios, los cuales no podrán enfrentar sus obligaciones si los pones a competir de manera inequitativa. Aunado a esto, la falta de fiscalización y la corrupción que permite este tipo de competencias, así como la falta de incentivos fiscales para promover el cuidado del medioambiente, son otros de los retos a los que se tiene que enfrentar el país”, advierte Julián González.
Es claro que se tiene plena certeza de las fallas. El paso siguiente −inmediato− es tomarlas en cuenta para implementar planes estratégicos en los que se optimicen las líneas de acción. “De momento no estamos inmersos en la parte de aplicación, más bien estamos haciendo un trabajo de investigación del origen y de los efectos que causa. Lo que también es importante decir es que las responsabilidades son distintas y cada quien debe asumirlas como le corresponde, pues aunque se emitan programas, si alguna de las partes no hace su trabajo, no será posible que se logre un cambio significativo”, lamenta la doctora Amparo Martínez.
Otro factor de importancia y que evita que las acciones lleguen a dar los resultados esperados es la cuestión económica. El coordinador de Tecnología Limpia de WWF coincide con los especialistas en que “volver un proceso sustentable tiene costos en investigación y desarrollo. Es difícil de interiorizar como empresa; sin embargo, también responde a las exigencias del mercado. Obviamente es una inversión toda esta transformación de procesos, pues básicamente se trata de un compromiso de responsabilidad social”.
“La obligación del gobierno es regular, ver qué sustancias tienen un beneficio y cuáles un riesgo, así como buscar alternativas para su sustitución sin afectar a ningún grupo, pues finalmente su función principal es proteger el bien público”: Amparo Martínez
Caminos
La implementación de programas y acciones efectivas deben provenir de cada uno de los sectores y en este sentido la disposición existe. Gobierno, entidades académicas e industria trabajan para evitar el incremento del problema ambiental. Fernando Rangel llama a actuar justo en el rediseño de procesos y productos a través de estudios e investigaciones previas, como la obsolescencia programada o los análisis de ciclo de vida. “Un tema muy importante es que a la hora de que se rediseñen procesos y productos, se determine la vida útil del activo, ya sea por fallos o porque los componentes no duren y se tengan que reemplazar, pues este factor provoca mucha contaminación. Además, este tipo de estudios ayudan a conocer los impactos ambientales que tienen ciertos equipos y se puede minimizar el uso de recursos”, recomienda el especialista. (Ver Listado de medidas identificadas y potencial a 2020)
El acercamiento entre las instituciones educativas y la industria es otra de las acciones que se pueden llevar a cabo; mediante acuerdos, se pueden desarrollar mejores legislaciones y alternativas para que cada voz sea escuchada. Los desafíos son muchos y a distintos niveles; la doctora Cruz afirma: “Globalmente se pueden conjuntar y sinergizar las acciones entre los países, ya sea a través de la transferencia tecnológica o a través de financiamientos para programas que combatan esta problemática. A nivel gobierno, se deben generar normas para que tengamos un punto de referencia y así saber hasta dónde puedo emitir como ciudadano, industria o transportista. El papel de los gobiernos es fundamental. También, a través de la Secretaría de Educación Pública, se tienen que generar programas en las escuelas para que los niños aprendan del cambio climático, de la atmósfera, de química, del medioambiente”.
Por su parte, Julián González resume con lucidez la responsabilidad y la labor que cada cual debe asumir: “Al gobierno le corresponde legislar, proteger, servir, fiscalizar y promover. A la industria implementar lo último en materia tecnológica e invertir en soluciones sustentables para el cuidado del medioambiente. A la academia le corresponde educar y promover la investigación y la implementación de proyectos de vanguardia. A la sociedad mantenerse informada y cuidar el uso de los recursos naturales”.
La directora del INECC, por su parte, resalta que “la obligación del gobierno básicamente es regular, ver qué sustancias tienen un beneficio y cuáles un riesgo, así como buscar alternativas para su sustitución sin afectar a ningún grupo, pues finalmente su función principal es proteger el bien público”.
En la actualidad, y sobre todo en materia ambiental, las políticas no pueden llevarse a cabo con base en la intuición y en la ignorancia. Instituciones se encargan de generar conocimiento y definir las lagunas para desarrollar políticas ideales. Aplicarlas, vigilar su cumplimiento, adaptarlas para mejorarlas corresponde a la sociedad entera.
A la sociedad también corresponde otra tarea indispensable: tomar consciencia, informarse y, sobre todo, cambiar su percepción ante este problema. Si todos los sectores logran llevar a cabo su tarea de forma efectiva, los resultados podrán ser favorables. Investigación, buenas prácticas, menores emisiones, menor consumo de energía y la constante capacitación han resultado las líneas de acción más efectivas.
Contrarrestar el cambio climático no es una opción, pues el impacto ponto será irreversible. “En México somos líderes en materia de protección del medioambiente, pues entre los países en vías de desarrollo somos el primero en adoptar medidas y reglamentos internacionales. Por esta razón, tenemos reconocimiento mundial y vamos avanzando. Tenemos además una gran ventaja sobre los países en desarrollo y eso es una población joven que puede ser educada y puede garantizar un futuro mejor”, señala Julián González.
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