La tendencia de construir edificaciones sustentables es cada vez mayor. En México existen programas aplicables que vale la pena conocer y difundir, dados sus beneficios para usuarios y desarrolladores inmobiliarios
Gisela Campillo / Jorge Monroy, ilustración
Hace poco más de un año, la familia García fue una de las primeras 2 mil en recibir una Ecocasa en un desarrollo habitacional en Monterrey, Nuevo León, al norte del país. Esta entidad es bien conocida por sus temperaturas extremas, que durante el verano presentan calores intensos y en invierno puede, incluso, tener nevadas.
A primera vista, la Ecocasa se percibe igual a otras dentro del mismo desarrollo habitacional; sin embargo, no lo es, pues se tratar de una vivienda que incorpora una serie de tecnologías verdes que reducen las emisiones de CO2 hasta en 20 por ciento.
El proyecto fue financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con recursos propios y por el Clean Technology Fund (Fondo de Tecnologías Limpias) a través de la Sociedad Hipotecaria Federal de México, lo cual permitió a esta familia ahorrar no únicamente en sus facturas correspondientes a electricidad y gas, sino que ha servido para mejorar su confort y calidad de vida, ya que la vivienda está mejor construida y adaptada a las características del clima de Monterrey.
Este es un programa que se encuentra disponible para quienes busquen tener una oportunidad en la adquisición de un hogar verde y sustentable. Es importante comentar que el potencial de impacto de tal innovación es enorme; tan sólo en México será necesario construir 7 millones de viviendas sociales para 2020, por lo que surgen varios cuestionamientos: ¿qué pasaría si los 7 millones de viviendas que serán necesarias en el país se construyen bajo un paradigma sustentable? ¿Cuál sería el logro en la reducción de emisiones de CO2 de la región?
A pesar de sus beneficios, uno de los inconvenientes para quienes desean participar en la inclusión de tecnologías verdes en el diseño de las viviendas es el hecho de que la inversión puede resultar muy elevada, y aunque está demostrado que en un futuro los ahorros que se generan por la reducción en los costos de electricidad, agua y gas compensan la inversión, todavía no se generaliza este tipo de construcción.
Ahora bien, la utilización de técnicas adecuadas de construcción puede significar beneficios en los costos vinculados con mantenimiento o reparaciones causadas por efectos del cambio climático, como son inundaciones o el aumento desmedido de temperaturas, como el que se ha presentado en la región durante la última década.
Además, la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero de estas nuevas viviendas puede ayudar a cumplir con las metas establecidas para 2050 hasta en 80 por ciento, por lo que contar con una construcción así propiciará en los usuarios finales una cultura de sustentabilidad.
En cuanto a los conceptos para lograr tener una vivienda sustentable, son variados y en muchas ocasiones se desconocen los puntos principales por tratar. Así, surgen cuestionamientos: ¿Qué significa exactamente tener una casa más eficiente? ¿Qué beneficios ofrece una vivienda eficiente para la economía del usuario final y para el medioambiente?
Respecto de la primera pregunta, es posible afirmar que una casa eficiente implica un menor consumo energético y de otros recursos, como el agua. En el segundo punto, se pueden establecer algunas ventajas:
- Al reducir el consumo de recursos materiales en el hogar, el usuario ayuda a minimizar el impacto del cambio climático a nivel global, ya que cuanto menos energía y agua se consuma, menos emisiones de gases de efecto invernadero se producen.
- Adquirir una cultura sustentable contribuye a un modelo de vida menos agresivo con el medioambiente y apoya la sustentabilidad de los recursos limitados en el país, debido a que el agua, el gas y la electricidad cada día generan más costos e infraestructura. Evidentemente, si una vivienda es eficiente, se verá reflejado en los costos de las facturas, ya que consumir menos implica, como es lógico, gastar una menor parte del salario en cubrir necesidades básicas.
- Hay diferentes tipos de ecotecnologías y éstas dependen del recurso que se pretende ahorrar, el presupuesto y el contexto donde se instalarán. Las más utilizadas en viviendas sociales de bajo costo son:
- Aislante térmico, pues una mayor capa de aislamiento consigue reducir el intercambio de calor y frío con el exterior y reduce la necesidad de aire acondicionado y calefacción, por lo que la reducción también será en el consumo de electricidad y gas. La variedad de aislantes que existen el mercado son muchas y dependerá de la región, del tipo y de la cantidad que se necesitarán
- Ventilación pasiva, ya que un adecuado diseño arquitectónico para mejorar la ventilación en la vivienda reducirá la necesidad de instalar aire acondicionado y tecnología de alto consumo energético. Igualmente, este diseño podrá aprovechar las características físicas del lugar donde se ubique la vivienda y aprovechar la ventilación natural
- Sombreado, sobre todo en la fachada que más sol recibe durante el día, gracias a que esto permitirá refrescar la vivienda y evitará la utilización de energía o de equipamiento que genere costos energéticos y económicos
- Ventanas triples, es un método bastante empleado para generar confort en el interior de los hogares, gracias a que tienen el mismo efecto que los aislantes térmicos, tanto para el frío, como para el calor.
- Equipamiento eficiente. Punto de suma importancia porque contar con calentadores solares, lámparas CFL y calentadores de gas eficientes permitirá la reducción en el consumo de agua y electricidad de forma considerable.
Los costos de tales tecnologías se modifican ampliamente según el país y el contexto, aunque, en general, pueden variar entre aproximadamente 25 dólares por una llave ahorradora de agua, hasta 700 dólares por un aire acondicionado adecuado, mil dólares por un calentador solar o entre 100 y 400 dólares para la instalación de aislamientos de pared y techo.
En cuanto a la recuperación de la inversión, según la tecnología, se obtiene en rangos de tiempo muy distintos, pero para un paquete clásico en el cual se ahorre aproximadamente una tonelada de CO2 al año, que es lo que se estima para proyectos de eficiencia energética, se podrían invertir 1 mil 200 dólares para lograr ahorrar casi 35 dólares al mes, lo que equivale a 420 dólares anuales. Es decir, sería posible recuperar la inversión inicial en tres años. Aunque esto depende de las ecotecnologías elegidas, se trata de una aproximación basada en experiencias previas.
En la figura 1, que representa un corte de fachada de Ecocasa de la empresa SADASI, en Monterrey, Nuevo León, se refleja un ejemplo de ecotecnologías de bajo costo utilizadas en este programa, el cual ha apoyado la construcción de 27 mil viviendas sociales eficientes en México.
En muchos casos, las ecotecnologías tienen un sentido económico y, sin duda, ayudan a reducir las emisiones globales de CO y otros gases de efecto invernadero, problemáticas ambientales que hoy en día preocupan a las diversas industrias.
Aparte del programa mencionado, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) apoya la construcción de viviendas ecotecnológicas, innovadoras y sustentables, tal como el programa Ecocasa Vinte, con el que el Gobierno Federal busca construir más y mejores casas que posean características sustentables.
Para la construcción de una vivienda de tal índole es indispensable conjuntar tres elementos:
- Que el proyecto esté orientado a respetar los principios de desarrollo urbano que garanticen mejor calidad de vida y sustentabilidad, y que se encuentren dentro del financiamiento asignado
- Acceder al programa Ecocasa, disponible en el territorio y en el que se especifica el perfil del usuario que puede obtener este beneficio
- Investigar sobre los distintos precios existentes en el mercado respecto de los materiales sustentables, el equipamiento y los complementos tecnológicos que deseen instalarse
- Tener conocimiento del lugar donde se planea construir este tipo de vivienda
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Gisela Campillo
Licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Madrid, cuenta con una maestría en Geociencia Ambiental Aplicada por la Universidad de Tubinga, Alemania. Dentro de su trayectoria profesional ha trabajado en el sector público y privado, donde destaca su labor para la Unidad de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial de México, donde ha participado en proyectos de desarrollo urbano y de cambio climático. Desde 2011 trabaja como Trust Fund Appointee de KFW en el Banco Interamericano de Desarrollo y está asignada a la División de Cambio Climático.