Datos oficiales indican que, a nivel mundial, 6 por ciento de las pérdidas de alimentos se presentan en América Latina, por lo que instituciones internacionales, como la ONU, han unido esfuerzos con especialistas a fin de presentar alternativas que contrarresten dicha problemática.
Artículo elaborado por la Food and Agriculture Organization
Las pérdidas y los desperdicios de alimentos impactan la sostenibilidad de los sistemas alimentarios, reducen la disponibilidad local y mundial de comida, generan pérdidas de ingresos para los productores, aumentan los precios para los consumidores e impactan negativamente en la salud; igualmente, afectan al medioambiente, debido a la utilización no sostenible de los recursos naturales
Cada año, América Latina pierde o desperdicia por lo menos el 15 % de los alimentos que tiene disponibles y, según estadísticas de los expertos, el desperdicio está segmentado de la siguiente manera: 28 % en el consumo, 28 % en la producción, 22 % en el manejo y almacenamiento, 17 % en el mercadeo y distribución y 6 % durante el procesamiento.
Los alimentos que se desperdician a nivel de la venta al detalle (retail) en la región podrían satisfacer las necesidades alimenticias de más de 30 millones de personas, es decir, el 64 por ciento de quienes sufren hambre.
En los países latinoamericanos con niveles de subalimentación sobre el cinco por ciento, los alimentos perdidos únicamente a nivel de retail son suficientes para que el seis por ciento alimente a toda su población y otro doce por ciento logre el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, estipulado y marcado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Merma alimenticia
Las pérdidas de alimentos se refieren a la disminución de la masa disponible de alimentos para el consumo humano a lo largo de la cadena de suministro, principalmente, en las fases de producción, poscosecha, almacenamiento y transporte.
Se refiere, entonces, a aquellas pérdidas derivadas de la decisión de desechar los alimentos que aún tienen valor. Se asocia con el comportamiento de los vendedores mayoristas y minoristas y con los servicios de venta de comida y consumidores.
Según datos del Banco Mundial, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano a nivel mundial se pierde o desperdicia. Aunada esta cifra al tercio de las pérdidas que ocurren a nivel de los consumidores, representa el seis por ciento del total que existe a nivel mundial.
Actualmente, 47 millones de personas sufren hambre en América Latina y El Caribe, esto significa un 7.9 por ciento de su población; ahora bien, para que la región alcance la primera meta del Objetivo de Desarrollo del Milenio, que significa que tres millones de personas superen la subalimentación antes de 2015, es necesario erradicar esta problemática.
Según las últimas estimaciones de la Food and Agriculture Organization (FAO), para el periodo 2011 / 2013, sólo a nivel de la venta al detalle en supermercados, ferias libres, almacenes y demás puestos de venta, los países de la región perdieron entre 2.9 y 4.3 por ciento de su disponibilidad calórica.
Este factor significa que con las calorías que se pierden a nivel de la venta al detalle se podría disponer de alimentos para satisfacer las necesidades de más de 30 millones de personas, pues se podrían cumplir los requerimientos calóricos mínimos diarios.
Es importante señalar que la región cuenta con alimentos suficientes para que todos sus habitantes cuenten con una alimentación adecuada. Fundamentalmente, el problema del hambre se debe a que los sectores más vulnerables no cuentan con los medios económicos para acceder a ellos.
Por ejemplo, los alimentos que se desperdician a nivel retail en Bahamas, Jamaica, Trinidad y Tobago, Belice, Colombia y Uruguay son equivalentes a los que se necesitarían para alimentar a todas las personas que sufren hambre en los países mencionados.
Cabe destacar que la producción y disponibilidad alimentaria de América Latina y El Caribe crece año a año, lo que la ha convertido en una importante exportadora de productos agroalimentarios a nivel global; y a pesar de que los alimentos abunden, las pérdidas y los desperdicios impactan en la sostenibilidad de los sistemas alimentarios, por ende, repercuten en la seguridad alimentaria y nutricional de tres maneras: reducen la disponibilidad de los alimentos, ocasionan efectos económicos negativos e impactan al medioambiente en la utilización de recursos de forma inútil.
Por ello, existe un número importante de iniciativas que buscan minimizar esta problemática en las distintas fases de la cadena de frío, las cuales radican en la inversión de infraestructura y capital físico.
Programas e iniciativas
La estrategia para la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos debería basarse en tres pilares fundamentales:
- Tecnología, innovación y capacitación para la recopilación de datos, implementación de buenas prácticas e inversiones en materia de infraestructura y capital para mejorar la eficiencia de los sistemas alimentarios. Esto significa mayor inversión en el sector de refrigeración de automóviles, almacenes, áreas de exhibición y en los procesos de manejo
- Gobernanza para el establecimiento de marcos normativos, inversión, incentivos y alianzas estratégicas; esto desde sectores de gobierno, organismos no gubernamentales, fabricantes y expertos en el manejo de tales productos
- Información y comunicación a través de campañas de sensibilización a cada uno de los actores de la cadena alimentaria, como la Iniciativa global SAVE FOOD, la cual está siendo impulsada por la FAO
Debido a esto, resulta imprescindible la cooperación entre países y una acción coordinada entre los sectores públicos y privados para hacer frente a esta problemática, tema pendiente en la agenda de la lucha contra el hambre en América Latina y El Caribe.
Si bien todavía no se observa una estrategia clara de reducción de pérdidas y desperdicios en los países de la región, los gobiernos sí están implementando medidas para enfrentar el problema.
La Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos, A.C., por ejemplo, es una organización sin ánimo de lucro que articula una red de 61 bancos en todo el país, que durante 2013 rescató 56 mil toneladas de alimentos.
Por otro lado, en 2011 la FAO lanzó una iniciativa global que ha servido como un esfuerzo corporativo en conjunto con la firma alemana Messe Düsseldorf, la cual reúne a 250 socios, incluyendo organizaciones y empresas públicas y privadas, en un intento de cambiar las prácticas de gestión, las tecnologías y el comportamiento de las personas involucradas en las cadenas de suministro de alimentos.
Respecto de las pérdidas, éstas incluyen en un 30 % a los cereales; entre el 40 % y el 50 % a las raíces, frutas y hortalizas; al 40-50 % de las semillas oleaginosas, al 20 % de la carne y productos lácteos y al 35 % de los pescados.
La FAO calcula que los alimentos producidos que nunca llegan a consumirse serían suficientes para alimentar a dos mil millones de personas. Es así como las líneas de acción en las que puede intervenir la industria de la refrigeración pueden ir más allá de la disposición de equipos para la cadena de frío en alimentos, y no sólo de las empresas, también de asociaciones y profesionales involucrados en el sector.
Entre las actividades con mayores aportaciones y resultados se encuentra la difusión, entre los técnicos y las entidades que regulan y hacen normativas, que, con el propósito de contrarrestar las problemáticas mundiales, deben ser respetadas en el buen manejo de alimentos en su cadena de frío.
Sería muy amplio especificar cada normativa, ya que dependen de su aplicación; sin embargo, la generalidad de los productos requiere de un cuidado y monitoreo oportuno de temperatura.
En el caso de los vegetales frescos, que aún respiran, al romperse la cadena de frío se aceleran los procesos metabólicos de la maduración. Por cada 10 grados de aumento en la temperatura (de 0 a 10 grados centígrados), la velocidad de las reacciones de deterioro enzimático se duplican, lo que se traduce en una reducción del periodo de conservación en igual medida.
En la carne y pescado, productos muertos, el objetivo de la refrigeración es frenar la acción de los microorganismos y los procesos químicos y físicos que afectan a la calidad. En el caso de ser congelados, la rotura de la cadena del frío es mucho más grave, porque se alteran fácilmente las proteínas debido a los cambios de temperatura, igualmente, se generan olores y pardeamientos extraños. Además, proliferan bacterias patógenas cuando la temperatura de conservación no se garantiza de manera continua. Por tal motivo, la cadena del frío debe ser específica según el tipo de alimento.