Desde que se construyó en Alemania la primera edificación bajo el concepto Passivhaus, su aplicación se ha extendido con éxito en diversas partes del mundo. México tiene la primera residencia de América Latina certificada bajo este esquema, pero su incursión ha sido lenta. Se espera que en breve encuentre cauce en la región Norte del país
Por Diana Lozano / Bruno Martínez, fotografías
Si bien el concepto casa pasiva tuvo su origen en la década de 1970, fue hasta el desarrollo del estándar Passivhaus en la década de 1990 que esta práctica de arquitectura sostenible comenzó su apogeo. El objetivo principal de estas construcciones es aprovechar al máximo las condiciones climáticas de la zona geográfica en que se ubican para calentar y refrigerar, sin utilizar de manera activa recursos o energía.
La arquitecta Marisa Egea, directora de Consultoría en la empresa INHAB, explica que “Passivhaus es un estándar de calidad en torno a la eficiencia energética, que busca el mayor grado de confort térmico de los habitantes de un espacio; además, permite reducir significativamente el consumo de energía. Diversos estudios muestran que, a escala global, específicamente en Alemania, se reduce hasta 90 por ciento el uso de energía en comparación con una edificación convencional”.
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Una construcción bajo este modelo debe cumplir estos estándares, según el Passivhaus Institut de Alemania
- Superaislamiento
- Eliminación de puentes térmicos
- Control de las infiltraciones
- Ventilación mecánica con recuperación de calor
- Ventanas y puertas de altas prestaciones
- Optimización de las ganancias solares y del calor interior
- Modelización energética de ganancias y pérdidas[/toggle]
Arquitectura pasiva, sin importar la edificación
En algunos casos, el esquema Passivhaus se asocia únicamente con viviendas; no obstante, este estándar es mucho más que sistemas pasivos para calefacción y aplica no solamente a edificios de viviendas. Actualmente, hay hoteles y edificios corporativos certificados con él. En 2012, por ejemplo, Chile obtuvo la primera certificación Passivhaus de América Latina de uso no residencial, otorgada a la Sucursal del Banco BCI, en Vitacura.
Una de las bondades del esquema Passivhaus es que se pueden utilizar los materiales que existen en el mercado local para cumplir con los parámetros.
Hoy en día se están ajustando los parámetros para aplicarlo en climas cálidos y que así el estándar tenga los mismos resultados en diferentes zonas geográficas”: Marisa Egea
Según la International Passive House Association (iPHA), el estándar va en aumento, ya que cuenta con más de 50 mil edificaciones residenciales y no residenciales existentes en el mundo y más de 5 mil 500 certificados de acuerdo con los criterios de certificación del Passivhaus Institut.
En México, diversas instituciones públicas trabajan con este estándar en viviendas de interés social desde 2012. A pesar de ello, su incursión aún es escasa. Según estimaciones, en los próximos años podría alcanzar la cúspide en estados del norte del país.
Primera casa pasiva en México
Para INHAB era importante contar con un caso de éxito con el propósito de mostrar los beneficios de Passivhaus. Por ello, luego de capacitarse en temas de sostenibilidad y eficiencia energética, y tras obtener los conocimientos necesarios sobre bioclimática, los arquitectos Marisa Egea y Alejandro Herrera hicieron frente a los requerimientos de un departamento, generando renovación sostenible y de alto confort para los habitantes.
“Conocí el estándar porque mi socio, el arquitecto Alejandro Herrera, realizó una especialidad en Alemania; ahí se informó sobre Passivhaus. Nos fijamos la meta de aplicar el estándar en México, en un departamento de 46 metros cuadrados, construido en el 2007 sobre un edificio de 1930, con pocos recursos económicos y materiales temporales, intentando, con ello, mejorar el confort térmico”, relata la arquitecta Marisa.
Así, en 2011, nació el proyecto “Rehabilitación del departamento en la Ciudad de México”. En 2013 se materializó y a mediados de 2014 recibió la certificación por parte del Passivhaus Institut, convirtiéndose en la primera edificación de uso residencial con dicha certificación en América Latina.
Este proyecto fue especial para INHAB porque consistió en ser el laboratorio de eficiencia energética. “Inicialmente, el proyecto era un ejercicio utópico de introducción al tema de la eficiencia energética en México; sin embargo, a raíz de haber sido finalista en el Primer Concurso Iberoamericano Passivhaus, convocado por la Plataforma de Edificación Passivhaus de España, se vio en éste la posibilidad de representar un proyecto pionero que demostrara que el confort térmico y la eficiencia energética con altos estándares son replicables en cualquier latitud, creando así el ahora llamado Taller Passivhaus México TAPHA, espacio de experimentación y aprendizaje en torno al ahorro energético y la sostenibilidad”, explica Marisa Egea.
El resultado fue una vivienda confortable. “Se trató de un proceso de aprendizaje y lo valioso fue llevarlo a la práctica. En la actualidad, todavía es complicado convencer a las personas sobre las bondades de aplicar prácticas sostenibles. Tuvimos la fortuna de rehabilitar el departamento bajo los estándares Passivhaus, ya que esta vivienda pertenece a mi socio, el arquitecto Herrera”.
”Durante el proceso de rehabilitación del departamento me llamó mucho la atención la herramienta Passive House Planning Package (PHPP), con la que se miden las demandas energéticas y arroja, entre otros resultados, el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero. Sin ella, me parecía utópico el estándar, pero ya que la conocí, he de mencionar que me sorprenden los resultados”.
Construcción ligera
El departamento se ubica en un cuarto nivel con orientación al sur, motivo por el cual recibía rayos solares durante la primavera y el verano, alcanzando altas temperaturas en el interior; por el contrario, en otoño e invierno el frío causaba molestias en los habitantes. Para la construcción se incluyó una estructura de acero, material que conforma toda la caja del inmueble; los muros están compuestos de madera aglomerada, con aislamiento térmico y una barrera de vapor; además, se usó pintura reflectiva. La cubierta es de concreto con cimbra aparente, la cual también tiene aislamiento térmico de poliestireno de 3 pulgadas de grosor. En el piso, también se colocó aislamiento, éste tiene una capa de aire de 30 centímetros, lugar donde se encuentran las instalaciones.
“Inicialmente, en esta vivienda, ya se había instalado un sistema de iluminación LED, por lo que el consumo energético ya era bajo; sin embargo, no había confort. Los ahorros se contabilizan respecto del gas, puesto que se instaló un calentador solar, lo que ha implicado que se compre sólo un tanque de gas al año. Pero, sin duda, el confort es la ganancia exponencial”, afirma la arquitecta.
El departamento ahorra
- 70 % en demanda de calefacción
- 96 % en demanda de refrigeración
- 68 % en energía primaria
- 68 % en gases de efecto invernadero
Los retos principales durante la rehabilitación del departamento, según relata la arquitecta, fue conseguir los recursos y los materiales necesarios, así como la ejecución de la obra con todo lo que implica. “Fue complicado enfrentarnos con las barreras que presenta el mercado, como los proveedores y los datos precisos. Me parece que el mercado mexicano todavía está muy verde en cuanto a la comercialización de materiales energéticamente eficientes y amigables con el medioambiente. Es importante que la innovación tecnológica apueste por el desarrollo de materiales que permitan edificaciones más confortables”, opina.
Con la finalidad de promover las bondades del estándar, los arquitectos imparten diferentes charlas y participan en las Jornadas Passivhaus, días en los cuales se abren las puertas de todas las edificaciones certificadas en el mundo y se les da acceso a las personas interesadas en conocerlas. “A lo largo de tres días asisten al departamento, conocen el estándar, les platicamos del proceso de la obra y de los resultados alcanzados, mostrándose muy interesados”, agrega.
La cuestión económica podría significar un obstáculo para aplicar el Passivhaus en una vivienda, comenta la arquitecta, pero si se es consciente de los ahorros que implica a largo plazo los beneficios serán positivos. “Estimamos que el sobrecosto de una edificación de este tipo es de 30 por ciento, por encima de un costo regular, ya sea en rehabilitación o en obra nueva”, asegura la experta.
”No obstante la inversión que implica, existen muchos más beneficios de adoptar prácticas sostenibles. El mayor de éstos es el confort térmico, que equivale a mayor satisfacción de los usuarios finales; posteriormente, el ahorro energético se traduce en beneficios económicos, y la preservación de los recursos naturales contribuye al cuidado del medioambiente”, concluye.