A pesar de la cercanía con Estados Unidos –la economía más grande del planeta, con más de 4 mil millones de dólares de comercio con otros países–, la estabilidad de México es frágil. Las proyecciones de crecimiento se mantienen bajas, aunque se espera un repunte a mediano plazo gracias al empuje de sectores con gran brío y a la apertura del mercado
Redacción, con información de Omega Engineering y el Banco Mundial
La participación de la industria mexicana en el desarrollo de Zonas Económicas Especiales (ZEE) es de gran interés para diversos sectores productivos del país. Hoy coexisten dos Méxicos: por un lado, uno moderno con altas tasas de crecimiento, integrado a la economía global y muy competitivo, y otro con un menor nivel de desarrollo, altos niveles de marginación y pobreza, en donde predominan actividades de baja productividad.
Estas características ofrecen una gran oportunidad para industrializar la zona Sur del país, llevar desarrollo y oportunidades para sus habitantes y aprovechar el gran talento y creatividad de los mexicanos de esa zona.
Existen diversas actividades productivas que han sido identificadas de manera preliminar como los sectores más potenciales para invertir: la industria automotriz, la industria aeroespacial, la industria metálica y metalmecánica, la industria minera, la industria química, el sector eléctrico, la agroindustria, la industria forestal, la industria textil y del vestido, y la industria de la construcción, con Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas como destinos potenciales de inversión y amplias posibilidades de desarrollo en estas áreas.
El México moderno ha logrado posicionarse como una de las principales potencias exportadoras. Actualmente, el país es el decimosexto exportador a nivel mundial y líder de América Latina, con acceso a más de 1 mil millones de consumidores y a 60 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, a través de una red de tratados de libre comercio y acuerdos comerciales con 45 países del mundo.
Entre estos, destaca el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual entró e n vigor en 1994 y marcó un punto de inflexión no solo para las exportaciones, sino para los flujos de inversión y desarrollo industrial del país. Esta apertura comercial, aunada a la inversión, ha propiciado un sólido desarrollo industrial en sectores como el automotriz, el eléctrico-electrónico, el aeroespacial y el agroindustrial.
En años recientes, México se ha posicionado, también, como el sexto exportador más importante de vehículos en el mundo, el principal exportador de pantallas planas, el cuarto más importante de computadoras, el quinto de electrodomésticos y el octavo de celulares.
Esta historia de éxito se ha concentrado en los estados del norte, por su cercanía geográfica con Estados Unidos, destino de 80 por ciento de las exportaciones del país, y en El Bajío, región ligada a estos estados, con acceso a otros mercados de tamaño relevante y principal zona industrial luego de Monterrey.
En contraste, el sur del país se ha quedado al margen, debido a diversas barreras estructurales que inhiben su potencial productivo y limitan su integración a la economía global. Hoy se tiene una extraordinaria oportunidad de disminuir estos rezagos y de integrar a los estados que han quedado al margen de la dinámica de crecimiento y desarrollo industrial.
El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que se encuentra en negociación entre México y otros 11 países que colindan con el Océano Pacífico, representa el acceso a un mercado potencial de 800 millones de personas, más de un tercio del PIB global y una cuarta parte del comercio internacional. Además, actualmente México es parte de la Alianza del Pacífico, con la que se abren oportunidades en los mercados de Chile, Colombia y Perú, y se ha dado mayor dinamismo al Proyecto Mesoamérica, con el que se robustecerá la integración, el desarrollo y la cooperación del país con diversas naciones de Centroamérica.
Con esta visión se ha impulsado la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE) como una nueva estrategia de desarrollo para detonar el crecimiento de regiones con alto potencial productivo y logístico que, por diversas barreras estructurales, no han sido debidamente aprovechadas. Estas ZEE buscan generar nuevos polos de desarrollo industrial en los estados más rezagados del país, que permitan diversificar sus economías, elevar su productividad y, lo más importante, brindar a su población mejores empleos que mejoren su calidad de vida.
Avances y proyecciones
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el PIB del país creció 2.5 por ciento durante el segundo trimestre de 2016, en comparación con el mismo periodo del año anterior. El crecimiento del PIB ha sido impulsado por incrementos en el sector primario (3.8 %), el terciario (3.2 %) y el secundario (1 %), respecto al segundo trimestre de 2015.
En este contexto, directivos de OMEGA Engineering han señalado que México se ha destacado en los últimos tres años como el destino favorito para la instalación de centros para la manufactura y así proveer al mercado de Estados Unidos, principalmente para las industrias de bienes de consumo, automotriz y aeroespacial. Debido a ello, se espera en los próximos tres años un fuerte regreso de plantas que migraron a China a finales de la década de 1990.
De acuerdo con Pricewaterhouse Coopers, México se encuentra entre los 10 propulsores del crecimiento global en el actual 2016, siendo considerado como destino de inversiones, las cuales ya superan los 115 mil millones de dólares en lo que va de este sexenio. Este año se tiene la meta de llegar a 30 mil millones de dólares de inversión extrajera directa.
La Secretaria de Economía ha señalado que si llega a concretarse la aprobación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), las exportaciones podrían incrementarse más de 150 mil millones de dólares en cinco años. Dicho Tratado potencializaría el comercio con los 12 países miembros, que podrán aprovechar la posición geográfica privilegiada de México y valerse de la plataforma mexicana como el HUB logístico y manufacturero que ya es.
Los directivos de OMEGA Engineering consideran que “México es uno de los países más competitivos de Latinoamérica para la inversión productiva, debido a su estabilidad macroeconómica, tamaño y a la fortaleza de su mercado interno, tasa de crecimiento económico y su capacidad para generar manufactura avanzada”.
Sectores sólidos
Entre las actividades productivas de la economía mexicana, la industria automotriz es una de las más dinámicas. El flujo de inversiones en nuevas plantas o la expansión de las ya existentes asciende a más de 20 mil millones de dólares, inyectadas por las principales empresas armadoras. Varias de las principales razones son los acuerdos de libre comercio que México sostiene con diversas naciones, pues se trata de los más liberales del mundo.
En la actualidad, México es el cuarto exportador mundial de vehículos, desplazando a Brasil del séptimo puesto a nivel de producción. El 80 por ciento de los autos fabricados en el país se exportan a otras naciones; del total, aproximadamente dos tercios se envían a Estados Unidos.
La industria de vehículos se ha convertido en uno de los pilares para la economía mexicana, ya que representa casi 3 por ciento del PIB y da empleo a 1.7 millones de personas, entre puestos directos e indirectos. Este sector cuenta con normas, requisitos propios y específicos muy estrictos por parte de los fabricantes de automotores. Sus especificaciones las aplican a sus proveedores que producen piezas, materiales o servicios como pintura o tratamiento térmico de piezas relacionados con la fabricación de automóviles.
De igual manera, este año ha sido de buenas perspectivas para la industria siderúrgica nacional. Inversionistas de todo el mundo apuestan fuertemente en este sector, tanto por las proyecciones derivadas de la Reforma Energética como debido a la recuperación económica de Estados Unidos. Ambos factores han vuelto más atractiva la producción industrial en México, y se espera que se generen 3 mil millones de dólares en nuevas inversiones en este sector durante los próximos dos años.
La demanda de acero es clave en la fabricación de automóviles y en la industria de la construcción; asimismo, es un barómetro de la fortaleza económica y, especialmente, de las maquiladoras mexicanas, que crecen al ritmo que marca la demanda de la economía estadunidense.
Estudios internacionales sobre el panorama global de la industria siderúrgica muestran que la demanda de acero a nivel mundial en 2015 registró 1 mil 498 millones de toneladas, siendo sus principales consumidores la Unión Europea, Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Durante los primeros seis meses de 2016, el consumo de productos de acero laminado, más derivados, fue de 15.7 millones de toneladas. En México, la producción de estos productos durante el mismo periodo creció 8 por ciento, logrando disminuir las importaciones en 12 por ciento. Al mismo tiempo, la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero (Canacero) pronostica que la producción mexicana en 2016 subirá 3 por ciento, con lo cual alcanzaría una cifra de 27.8 millones de toneladas.
En este escenario mundial, la industria siderúrgica mexicana es altamente competitiva y su impacto medioambiental es mucho menor que la media mundial. Más de 30 por ciento del acero mexicano es producido mediante acciones de reciclaje.
Estos rasgos hacen que el sector sea estratégico para el país, dadas sus altas perspectivas de crecimiento para los próximos años, que representan 11 por ciento del PIB nacional, y emplea, por sí solo, a más de 45 mil trabajadores, de acuerdo con datos de Canacero.
Banco Mundial proyecta crecimiento modesto
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, el crecimiento de 2.5 por ciento que registró el país durante la mayor parte de 2015 y principios de 2016, podría desacelerarse a alrededor de 2 por ciento en 2016, tras una modesta contracción de la actividad económica en el segundo trimestre.
“La expansión de la actividad económica depende ahora completamente del consumo privado, ya que debido a la debilidad en las inversiones y exportaciones estos sectores ya no contribuyen al crecimiento. Una mayor competitividad externa, tras una sustancial devaluación del peso mexicano respecto al dólar estadounidense, aún no ha resultado en un impulso en la demanda externa. Las fuertes relaciones verticales de suministro entre los fabricantes de Estados Unidos y México llevaron a que la reciente debilidad en la producción industrial en Estados Unidos se haya transferido a la industria manufacturera y a las exportaciones mexicanas”, sostiene el organismo.
La significativa depreciación de la moneda nacional frente al dólar que se ha ido manifestando desde el año pasado no ha afectado considerablemente los precios domésticos, dado que, señala el Banco Mundial “la inflación se movió a un nivel ligeramente inferior al objetivo de 3 por ciento del Banco Central. La posibilidad de que dicho efecto de traslado tenga lugar luego de una depreciación adicional de la moneda es una de las principales preocupaciones de las autoridades monetarias que, en respuesta, elevaron la tasa de política monetaria a 4.25 por ciento”.
A estas consideraciones, identifica el organismo, durante más de una década México ha registrado una tendencia persistente hacia una mayor relación deuda-PIB, que pasó de 29 por ciento en 2007 a más de 50 por ciento para este año. Un menor ingreso petrolero, vinculado con la débil situación financiera de Petróleos Mexicanos, y los continuos ajustes a la baja en las proyecciones de crecimiento han provocado que las agencias de calificación crediticia otorguen calificaciones negativas a la deuda soberana nacional. No obstante, “un recorte adicional en el gasto público para 2017, que apunta a lograr un superávit primario por primera vez en casi una década, deberá frenar el peso creciente de la deuda pública”, proyecta el Banco Mundial, pues también espera que “la estabilidad económica y financiera, avances en la implementación de una ambiciosa agenda de reformas estructurales, así como un aumento en la competitividad externa luego de la devaluación de la moneda, sirvan para impulsar la inversión privada y las exportaciones y para elevar el crecimiento económico en el mediano plazo”.
La situación mundial actual, en la que el petróleo mantiene precios bajos, el comercio internacional y el crecimiento económico global van lentos, entre otros aspectos, podrían elevar la aversión al riesgo y la volatilidad financiera, planteando retos a la estabilidad económica y financiera del país, así como a sus perspectivas de crecimiento. “Las prioridades en términos de políticas seguirán centradas en la implementación de políticas monetarias, financieras y fiscales prudentes para generar condiciones de crecimiento más fuerte en el mediano plazo”.