En la actualidad, negar el calentamiento global parecería más un acto de sinrazón que una postura ideológica. El mundo sufre cambios drásticos en un lapso breve, de ahí la urgencia de implementar con mano dura los protocolos y programas para combatir el cambio climático. El Protocolo de Montreal busca detener la destrucción de la capa de ozono estratosférico que protege a la tierra de los rayos ultravioleta
Hugo León Morales
Firmado en 1987, el de Montreal es un protocolo de la Convención de Viena para la protección de la capa de ozono. Está diseñado para reducir la producción y el consumo de numerosas sustancias químicas, tales como los clorofluorocarbonos (CFC), halones, hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y bromuro de metilo, que se usan en aerosoles, gases refrigerantes, solventes, extintores de incendios y algunos plaguicidas, y que son responsables del agotamiento de la capa de ozono.
Este protocolo apoya con recursos financieros a los países en desarrollo, a los que se les da un periodo de gracia de 10 años, respecto de los países desarrollados para cumplir los compromisos de eliminación de las sustancias mencionadas.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “exige el control de casi 100 sustancias químicas en varias categorías. Para cada grupo o anexo de sustancias químicas, el tratado establece un calendario en el que proyecta la eliminación gradual de su producción y de su consumo, con el objetivo de eventualmente eliminarlas por completo”.
Más allá de las fechas de eliminación, el tratado no prohíbe el uso de las sustancias controladas o recicladas que ya existen; incluso estipula, de acuerdo con la ONU, “algunas excepciones para usos esenciales cuando no se encuentren sustitutos aceptables, por ejemplo, en los inhaladores de dosis medidas (IDM), comúnmente utilizados para tratar el asma y otros problemas respiratorios o sistemas de supresión de incendios de halón utilizados en los submarinos y aviones”.
Gracias al Protocolo se crearon instancias como el Fondo Multilateral, que brinda financiamiento económico a los países en desarrollo con el fin de ayudarlos en su transición tecnológica para dejar de usar productos que dañan la capa de ozono.
La aplicación del Protocolo de Montreal ha progresado bien en los países desarrollados y en desarrollo. Todos los calendarios de eliminación se han respetado en la mayoría de los casos y algunos, incluso antes de lo previsto.
El Protocolo ha sido ajustado y enmendado con el paso del tiempo para acelerar los calendarios de eliminación, para introducir otros tipos de medidas de control y para agregar nuevas sustancias controladas a la lista.
El acuerdo cuenta con diferentes enmiendas denominadas según el lugar en que se adoptaron: Londres (1990), Nairobi (1991), Copenhague (1992), Bangkok (1993), Viena (1995), Montreal, (1997), Pekín (1999) y, más recientemente, Kigali (octubre, 2016).
Actualmente, el Protocolo de Montreal es reconocido como uno de los esfuerzos internacionales más exitosos para proteger el medio ambiente; en él participan cerca de 200 países. México ha sido un activo promotor del Protocolo de Montreal y un ejemplo a nivel internacional en el cumplimiento de sus compromisos.
Según la ONU, con el Protocolo de Montreal se logró eliminar 98 % de las sustancias dañinas para la capa de ozono, con lo que se evitó que, al año, dos millones de personas contrajeran cáncer de piel.
Antecedentes
Mario Molina y Frank Sherwood Rowland fueron los primeros en señalar a los clorofluorocarbonos como los causantes de la disminución del ozono en la atmósfera que habían observado en 1974. En un texto de la ONU, se lee que “la confirmación científica del agotamiento de la capa de ozono impulsó a la comunidad internacional a establecer un mecanismo de cooperación para tomar medidas para proteger la capa de ozono. Esto se formalizó en el Convenio de Viena sobre la protección de la capa de ozono, que fue aprobado y firmado por 28 países el 22 de marzo de 1985”. Lo anterior condujo a la redacción, en septiembre de 1987, del Protocolo de Montreal, que entró en vigor el 1 de enero de 1989. La primera reunión de las partes se celebró en Helsinki, en mayo de ese año.
Inicialmente, la atención se centró en los productos químicos con mayor potencial de agotamiento del ozono, incluidos los clorofluorocarbonos y halones. El calendario de eliminación de los hidroclorofluorocarbonos era menos exigente, debido a que su potencial de agotamiento de la capa de ozono es menor y porque también se han utilizado como sustitutos de transición de los clorofluorocarbonos.
El calendario de eliminación de los hidroclorofluorocarbonos se creó en 1992 para los países desarrollados y en desarrollo, y pretendía que las naciones desarrolladas eliminaran este tipo de sustancias en 2030 y los países en desarrollo, en el año 2040.
En 2007, las partes en el Protocolo de Montreal decidieron acelerar el calendario de eliminación de los hidroclorofluorocarbonos tanto en los países desarrollados como en los que se encuentran en desarrollo.
Como una forma de reconocer los logros y el alcance del Protocolo de Montreal, en 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre como el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, puesto que en esa fecha nació el tratado.
Más tarde, en 1999, durante la enmienda de Pekín, los miembros acordaron controlar la producción de hidroclorofluorocarbonos y de otras sustancias nuevas; además, concertaron reforzar los controles, la producción y la comercialización de los compuestos que afectan a la capa de ozono.
Acuerdo de Kigali
En octubre pasado, en Ruanda, se realizó el Acuerdo de Kigali, enmienda al Protocolo de Montreal en la cual representantes de 190 naciones acordaron que los países desarrollados deberán reducir, antes de que finalice el año 2019, su producción y consumo de hidroclorofluorocarbonos en 10 %, cantidad que se determina en relación con los niveles de 2011-2013, y en 85 % antes de 2036.
Un segundo grupo de países en vías de desarrollo, entre ellos China y algunas naciones africanas, se comprometieron a iniciar su transición en 2024, por lo que, en 2029, deberán alcanzar una reducción de 10 % con respecto a los niveles de 2020-2022, y una de 80 %, para 2045.
Mientras tanto, los países en desarrollo, incluidos India, Pakistán, Irán, Irak y los países del Golfo, acordaron empezar en 2028, para llegar a una reducción de 10 % con respecto al periodo 2024-2026 en 2032, y de 85 % en 2047.
El acuerdo contempla excepciones para los países con altas temperaturas ambientales, para que su ritmo de eliminación sea más lento, aunque se espera que a finales de 2040 todos los firmantes del Protocolo de Montreal no consuman más de 20 % de sus niveles actuales.
Los miembros también acordaron la creación de un fondo de financiamiento para la reducción de los hidroclorofluorocarbonos, cuyo costo se estima en miles de millones de euros.
No obstante, la cantidad exacta con que se dotará este fondo no se fijará sino hasta la próxima reunión del pacto, prevista para 2017, en la que se dará prioridad a los estímulos para la investigación y el desarrollo de alternativas asequibles para sustituir estos gases.
Sustancias que disminuyen el ozono
Las Ozone-Depleting Substances (ODS) o sustancias que disminuyen el ozono, incluyen los clorofluorocarbonos, los hidroclorofluorocarbonos, halones, bromuro de metilo, tetracloruro de carbono y metilcloroformo.
Este tipo de sustancias químicas son utilizadas como agentes espumantes, solventes de limpieza, propulsores en aerosoles, esterilizantes, extintores de incendios, fumigantes del suelo y de mercancías, en la industria electrónica y, especialmente, en los gases utilizados en sistemas de refrigeración doméstica, comercial e industrial, en el aire acondicionado y en bombas de calor.
En general, son substancias muy estables en la tropósfera y que sólo se degradan en la estratósfera al ser sometidas a intensas radiaciones ultravioletas. Cuando se rompen sus moléculas, se liberan átomos de cloro y bromo que son los que destruyen el ozono estratosférico.
Los hidrofluorocarburos son gases usados en refrigeración y en aparatos de aire acondicionado, y son considerados nocivos para el clima, ya que tienen un potencial de calentamiento global mil veces superior al del dióxido de carbono.
Efecto invernadero
El efecto invernadero es un fenómeno atmosférico natural que permite mantener una temperatura agradable en el planeta, puesto que retiene parte de la energía que proviene del sol. Si no contáramos con una atmósfera, la temperatura superficial de la Tierra sería de -18 grados Celsius; sin embargo, debido al aumento de la concentración de dióxido de carbono y otros gases, se ha producido un aumento en la temperatura del mundo, debido a que, por causa de estas sustancias químicas, el calor que llega a la Tierra no regresa inmediatamente al espacio.
Los gases responsables de este efecto son, principalmente, el dióxido de carbono y el metano, y aunque han existido desde los orígenes de la Tierra, su presencia en la atmósfera empezó a multiplicarse durante la Revolución industrial, cuando los avances tecnológicos obligaron al ser humano a utilizar combustibles fósiles.
El primer científico que habló sobre el llamado “efecto invernadero” fue Joseph Fourier, quien en 1824, calculó que la Tierra tendría una temperatura más baja si no contara con una atmósfera que la recubriera.
Para 1895, un químico suizo, Svante Arrhenius, después de realizar una serie de pruebas, llegó a la conclusión de que el ser humano podía aumentar los efectos del efecto invernadero por la producción del dióxido de carbono y otros gases más.