¿Se puede construir sustentablemente en el país y contar al mismo tiempo con una industria próspera en la que todos ganen? Y aún más: ¿construir y cuidar el medioambiente? Para el doctor David Morillón, sí. Sí, porque lo que está en juego es el futuro de la especie humana. Ésta es una entrevista con uno de los mayores conocedores de la edificación y su impacto en México
Antonio Nieto
Es ineludible desmitificar la noción de sustentabilidad. El deterioro de la casa que ha habitado el ser humano desde hace 2 millones de años no es contingente, a pesar de los esfuerzos negacionistas. El mundo está en franco deterioro. Ante ello, y como respuesta equívoca, la especie sapiente, la que logró evolucionar y desarrollar su cerebro y habilidad como ningún otro ser vivo, sigue arruinando el planeta.
En pleno siglo XXI, la transformación que se ha hecho del entorno ha tenido consecuencias irreversibles, pero no definitivas. Se han construido ciudades como un manchón en el mapamundi donde más de la mitad de las personas del orbe vive.
Por todo ello, algunos especialistas de todo el planeta se preguntan qué hacer, cómo mitigar el impacto de las ciudades, de los edificios, pues al final lo que subyace en todas las acciones de mitigación es la supervivencia de la especie.
En México, uno de los expertos que se hace estas preguntas es el doctor David Morillón, quien durante décadas ha estudiado edificios como si fueran organismos vivos –con toda la complejidad que eso implica–, y ha llegado a transformar la forma en la que se construye en el país.
En entrevista, el también especialista en edificación sustentable y bioclimática, hace un inventario de lo que debería ser un edificio sostenible y cómo podemos erigir nuevas ideas a la par de nuevas construcciones, y sin soslayar la perspectiva de negocio.
MUNDO HVAC&R (MH): ¿Cuáles serían tus recomendaciones para construir de manera sustentable en México?
David Morillón (DM): Hace poco, el Centro Mario Molina me solicitó un estudio de la huella de carbono de los edificios en México. Tengo datos muy concretos de cuál es el impacto de la edificación, qué medidas de mitigación sobre lo que ya existe y cuál sería el beneficio de la misma, y con esos resultados comenzar a hablar de adaptabilidad.
El sector de la construcción ha sido lento en cuanto al diseño e innovación de materiales, y se ha movido lamentablemente en un mayor impacto. Unificar materiales y diseños en todos los climas no funciona. En dos terceras partes del país las condiciones climáticas son drásticas.
El movimiento de los materiales ha sido desde un material de bajo impacto ambiental, porque es de origen orgánico, regional, a uno que se industrializa y concentra su fabricación en uno o dos puntos del país, y de ahí hay que moverlo a todos los demás sitios. Ése ha sido el movimiento de los últimos treinta años: de una forma de menos impacto a una de mayor.
Debemos comenzar a ver los diseños por región, donde tal vez una buena orientación es suficiente; cuál es el color más adecuado para pintarlo [el inmueble], etcétera. Muchas soluciones que se han visto son las cómodas, en las que sólo se aísla, y a veces la huella ecológica de ese material es impactante.
Por lo tanto, tienen que evaluarse materiales, diseños, programas regionales, mitigar los 30 millones de viviendas que hay, más los edificios comerciales. El Gobierno debe obligar a que se consideren esos cambios en el sector de la construcción. Si es así, caminaríamos a un sector de menor impacto y menos dañino para el planeta.
MH: ¿Cuál es tu prospección para los próximos años? ¿Crees que evolucione de manera positiva este sector?
DM: Hay iniciativas, pero a veces no tienen sustento de evolución, de beneficio o de impacto. Se habla mucho de la verticalidad en las ciudades; desde un punto de vista de tiempos y movilidad habría un beneficio, pero hablar de verticalidad en una ciudad que ya existe implica varias cosas, y una de ellas es la infraestructura de los servicios: si tiene la capacidad y la calidad, puesto que tiene muchos años la infraestructura.
La verticalidad de la que se habla está sesgada a una parte del problema. Lamentablemente muchos de los programas van hacia eso. Comencemos con ese diagnóstico y en el camino ir reparando esa tecnología para que pueda haber menos impacto. Tengo alumnos que recorren cuatro horas diarias, y además está el costo que eso representa. Esas medidas que se observan son por falta de información o ignorancia porque no están completas; muchas parecieran ocurrencias, pero yo creo que es por falta de información.
Debemos conjuntar, desde la gente que tiene más conocimiento, hasta los industriales o los que generan la política, y entonces sí, comenzar a definir una política con bases y beneficios cuantificables.
MH: Parece una ventana de oportunidad para los empresarios, porque hay un claro negocio en todo ello para los consultores, que convenzan sobre la vía sustentable.
DM: Sin lugar a dudas es un negocio, y me queda claro desde que asesoré la Hipoteca Verde, que actualmente usa Conavi. Funcionó porque fue negocio para todos y la industria logró acomodar tecnología, más servicios; el gobierno financiaba, ya no subsidiaba tecnologías, y eso provocaba un ahorro tanto en los servicios que da como en el ahorro para el usuario, y eso se derivaba en mitigación, de menos uso de agua, de gas y energía. Todo el mundo ganaba: el medioambiente, el usuario, la industria, gobierno. Si es un modelo que permita que todos ganen, esto va a funcionar.
MH: ¿Qué te dice tu experiencia? ¿Quién cambiará el estado de las cosas: el Gobierno, la industria?
DM: El interés por construir sustentablemente y mejorar los diseños fue por la iniciativa privada. Hicimos trabajos en el Instituto de Ingeniería de la UNAM con proyectos financiados por las empresas privadas para evaluar elementos que mitigaban o permitían adaptarse a los problemas ambientales y al cambio climático. Posteriormente, el Gobierno decidió sumarse, e hicimos unos programas, como el de la Vivienda Sustentable, la Hipoteca Verde y las normas.
Hay interés de la iniciativa privada; tanto así que con ellos pudimos ver qué se necesitaba, cuánto costaba, para después tener elementos para formar un sistema de financiamiento, como fue la Hipoteca Verde. Y cuando tenemos estos instrumentos, entonces es más fácil que entre la iniciativa privada y se reproduzcan los proyectos, porque si a mí me cuesta y me saca del mercado un producto porque alguien lo da más barato, no va a funcionar; o alguien incluía elementos para que la vivienda fuera sustentable y otro no, entonces se compraba la más barata.
MH: ¿Cómo es tu edificio perfecto?
DM: Tendría que empezar con un diseño adecuado al lugar. El clima de muchos sitios me da lo que necesito, si necesito calentarme o enfriarme. Simplemente una orientación adecuada permite un edificio de bajo consumo energético, en un rubro muy importante como el aire acondicionado y la calefacción. No quiere decir que lo evitemos, porque hay lugares en los que se requiere; por ejemplo, si quiero ventilar en Mexicali abro la ventana y meto 45 grados, pero no siempre existe esta temperatura los 365 días del año ni las 24 horas del día. En ese sentido, el diseño me dirá si tengo que abrir o cerrar; el edificio será el suéter o el short, según el clima del lugar.
Se podría llevar a cabo una solución que se hace en otros países y que a México no le costaría: se trata de generar energía, y si no la uso, la meto a red y busco que no me la paguen como me la venden, sino cinco veces más. Y la pregunta es en dónde obtener recursos para ello, pues los otros sectores, el industrial y el de alumbrado público, pagan hasta cinco veces el valor de lo que a mí me la venden. Por lo tanto, si lo inyectas y me lo pagas a cinco veces su precio y se lo das a la industria, y ésta, sin que le cueste más, está usando energía renovable. Todo el mundo gana. Esto es inversión.
MH: ¿Cómo convencerías a los desarrolladores a que construyan sustentablemente?
DM: Una manera es que conozcan los edificios sustentables que hay. Una vez que los conozcan, que vean que no tienen nada de raro. Estos proyectos muestran que es factible. Asesoré hace tiempo unos proyectos de escuelas en Argentina, y la condicionante que tuve fue que no costara más de lo convencional. Un industrial que sabe que no obtendrá más costos de lo que pensaba respecto a algo convencional aceptaría construir diferente.
Existen edificios donde la envolvente está cuidada. Por ejemplo, en México, la Torre Mayor tiene un doble vidrio. Este sistema, en un clima como el de la ciudad, reduce mucho las ganancias por conducción. El doble vidrio tiene una conductancia de 1.7. Tal vez el número no diga nada, pero si lo comparo con el que tenemos típicamente en las casas, este número es cercano a 6 el kilowatt de metro cuadrado; el concreto tiene 2.3. Por ello, la Torre Mayor fue acreditada por la Norma 008 como ahorradora de energía en la envolvente para la Ciudad de México.
Hay inquietud, sobre todo en los nuevos edificios, de no sólo buscar un sello, sino demostrar que es factible y se está teniendo un menor impacto. Al final de cuentas, ése es el objetivo: más que tener un sello, saber que se está haciendo algo por el medioambiente.
MH: ¿Cuál sería el impacto de las políticas de Trump ante el cambio climático y en la eficiencia en la edificación en México y el mundo?
DM: Estados Unidos es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, seguido de China, y luego toda la Unión Europea es el tercer lugar. Al ser el que más genera y de pronto no estar de acuerdo con mitigar o no adaptarse al cambio climático, causará nerviosismo, sobre todo en los sectores ambientales.
Muchos países, en especial la Unión Europea, están muy apegados a suscribir acuerdos para respetar el medioambiente. Por ello hace mucho ruido [Trump], y más en otras naciones que son dependientes de la economía de Estados Unidos, México incluido. Inmediatamente, se espera que se vayan por la libre de no tener ningún compromiso con el cambio climático.
Ante ese panorama, sí es preocupante. Pero si lo vemos desde el punto de vista de qué ha sido Estados Unidos en los acuerdos de cambio climático, quien históricamente nunca firmó como gobierno, hasta que Obama se sumó. Siendo así, no impactaría, puesto que tampoco ha tenido grandes contribuciones; sin embargo, eso es como gobierno, pero como iniciativa privada sí ha realizado grandes cosas, tanto dentro como fuera del país.
Entonces, pensemos en un Estados Unidos con dos caras: una que sí hace, y que representa la gente, los movimientos sociales, empresas privadas y, por otro lado, el gobierno.
No contar con acciones o no tener un acuerdo para detener el cambio climático provocará, sin lugar a dudas, un aceleramiento en el deterioro ambiental. Cada vez tendremos más contingencias, o bien aumentos de temperatura, dióxido de carbono y del nivel del mar.
En el caso particular del aumento de la temperatura, esto afectará a varios sectores, como el de los edificios. Tomemos como ejemplo el caso de México, donde dos terceras partes del país están en climas cálidos (todo el norte es seco; en las costas, en el sur, es húmedo), y se requiere una climatización que generalmente es para lugares donde hay recursos, y cuando no, están en una edificación que no es apta, donde no hay una calidad de vida; por lo tanto, lo hacen fuera de esa edificación. Ése es un consumo energético y es un impacto al medioambiente debido al origen de la energía que se utiliza en México, muy parecido al de Estados Unidos, donde 90 por ciento es de hidrocarburos, altamente contaminantes y que se agotan.
Al momento de que siga aumentando la temperatura se van a requerir más sistemas de climatización. En consecuencia, más consumo de energía e impacto ambiental, sobre todo cuando no hay un sector que se vaya adaptando o dando respuesta con materiales más idóneos, diseños adecuados o tecnologías de bajo impacto. Tenemos que empezar a investigar lo que pasaría ante escenarios con y sin la participación de Estados Unidos, que pinta mucho en la economía del mundo.