¿Hemos dejado a su suerte al planeta? Desde que se han firmado acuerdos internacionales contra el cambio climático, ¿qué avances son dignos de loas o celebración? ¿Firmar consensos multilaterales es lo mismo que reflexionar sobre el modelo civilizatorio que está llevando a la Tierra a un colapso climático y, en consecuencia, actuar con la velocidad que nos demanda la contingencia?
¿Nos estamos haciendo las preguntas correctas respecto a la manera en que debemos actuar? Hacerse la pregunta correcta es, en buena medida, tener la solución. Pero si la solución pone en riesgo todo nuestro sistema de creencias y nuestra manera de consumir –esta segunda a veces con carácter más religioso que la primera–, tal vez estemos ante algo inexorable.
La comunidad científica ha afirmado que, con la salida de Estados Unidos de los Acuerdos de París, la barrera de los 2 grados centígrados no sólo no podrá evitarse, sino podría escalar más allá de los 3 grados al término del siglo. Algunos otros han asegurado que llegaremos a los 2 grados con todo y lo que se haga ahora mismo. Si el clima nos interpela de esta manera respecto de nuestras acciones, ¿seguimos respondiendo a la pregunta a adecuada?
En días recientes se llevó a cabo la COP23, en la que se reafirmó el Acuerdo de París y se sumaron a la agenda otros temas no menos relevantes, como los indígenas, siempre soslayados y, curiosamente, quienes tienen una mejor relación con la naturaleza que el hombre de las urbes.
Esta conferencia, celebrada en Bonn, Alemania, puede pasar de noche, como en el pasado lo han hecho otras, pues la buena voluntad es el rigor de las naciones, no la razón ni la evidencia de que el hombre está destruyendo su entorno, de modo que las contradicciones han sido parte de este tipo de encuentros. Pero también lo han sido los intereses económicos y políticos a los que nos podemos asomar muy poco y de los que tenemos información clasificada.
¿Estamos minimizando el cambio climático? ¿Ocupa el ideario colectivo los impactos del calentamiento global? ¿Qué nos preocupa cómo especie? Pensar que estamos ante un problema menor nos llevaría a tener una línea de acción diferente, sobre todo si consideramos que nuestro país estará en los próximos cinco años bajo el agua por el aumento de los niveles del mar. Ése, a mi juicio, es el principal inconveniente: para muchos, el cambio climático no es manifiesto.
No ha sido, sino uno de los intelectuales vivos más importantes quien ha alertado sobre esta emergencia. En el coloquio “Los acosos a la civilización. De muro a muro”, el lingüista, filósofo, politólogo y activista Noam Chomsky alertó sobre las amenazas, las cuales, dijo, “son tristes y claras de las consecuencias de nuestra locura, si seguimos persistiendo con el camino presente en el uso de los combustibles fósiles”.
En el mismo encuentro –donde también participó Mario Molina–, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, aseguró, con tono solemne, que se necesita un nuevo paradigma, ya que el actual estilo de desarrollo no funciona. Además, advirtió que la potestad del mundo estará en manos de quien dominé la innovación tecnológica. Un guiño poderoso para quien en esta industria pueda desarrollar lo más avanzando, sin soslayar el proyecto conjunto de cuidado del planeta.
Terry Eagleton, crítico literario y de la cultura, dice que lo más difícil es formular las preguntas, no dar las respuestas, que plantear la pregunta correcta abre un territorio inexplorado y enriquecedor para el conocimiento y trae un alud de consecuencias vitales. ¿Nos estamos haciendo la pregunta correcta respecto del cambio climático?
[author image=”https://www.mundohvacr.com/wp-content/uploads/2015/12/A0MH0078141.jpg” ]Antonio Nieto
Director Editorial Puntual Media[/author]