Gracias a la atención que prestan los medios acerca del suministro energético, junto al creciente interés en el discurso de organismos internacionales como la Agencia Internacional de Energía (AIE) y las Naciones Unidas, la eficiencia energética y la climatización en edificaciones son dos temas asociados entre sí que han cobrado suma importancia.
La eficiencia energética es la estrategia más relevante y económica para la reducción de emisiones, que nos permitirá lograr la meta de limitar el crecimiento de la temperatura ambiental de nuestro planeta a menos de 1.5 °C. Sin embargo, también se acota que no se ha logrado hacer lo suficiente en este rubro.
A su vez, la propia AIE y el programa Sustainable Energy for All (dependiente de la ONU) han anotado en sendos informes la importancia presente y creciente de la climatización. Éstos advierten los impactos que tiene y tendrá en muchos aspectos asociados a los recursos energéticos, infraestructura y medioambiente, particularmente en regiones en desarrollo.
México, evidentemente, no queda al margen de estas tendencias. Por su desarrollo económico, clima y preferencias sociales está plenamente inmerso en un proceso en el que la climatización es cada vez más relevante. El hecho de que cerca de una tercera parte de la electricidad en el sector residencial se use para climatizar; que la Secretaría de Energía reconozca el uso de aire acondicionado como principal factor en los picos del sistema eléctrico en las temporadas de mayor demanda, y que el sector terciario (que opera en espacios climatizados) tenga un mayor crecimiento que toda la economía, son sólo algunas de las manifestaciones de mayor importancia.
Ahorrar energía se logra en muchos frentes y formas. Por un lado, el diseño de las nuevas edificaciones debe integrar materiales que reduzcan, en lo posible, las cargas térmicas. Por otro, están los equipos, desde unidades de refrigeración unitarias hasta sistemas complejos que incluyen los ductos y/o tuberías debidamente aisladas que distribuyen aire frío en grandes superficies. Finalmente, las prácticas operativas se apoyan en sistemas organizacionales e informáticos asociados a la mejora continua.
En nuestro país, afortunadamente, hemos logrado un gran avance en muchos frentes, aunque hay ámbitos de acción donde no se ha podido avanzar de acuerdo con el tamaño del reto. Resalta la gran labor que ha llevado a cabo la Conuee en la normalización de elementos, equipos y sistemas relacionados con edificaciones para vivienda y de uso no residencial. Igualmente, destaca la operación de diversos programas con financiamiento en los que han estado involucrados el Fideicomiso de Ahorro de Energía (FIDE) y el Infonavit (a través de la Hipoteca Verde), entre otros, que han permitido renovar decenas de miles de equipos en viviendas existentes.
Sin embargo, estos esfuerzos no han conseguido permear en los gobiernos locales, los cuales deben involucrarse en las políticas públicas orientadas a enfrentar el reto del gran crecimiento de la demanda por confort térmico. Ésta contribuye a la huella de carbono de las ciudades, incrementa innecesariamente el costo de hacer negocios en la localidad e, inclusive, afecta negativamente la productividad de los usuarios.
Por todo lo anterior, es indispensable recordar y reiterar la importancia del papel que juega la comunidad asociada con el confort térmico y exhortarla a no perder de vista la trascendencia de diseñar, instalar y operar bien las maravillas tecnológicas que nos permiten vivir y trabajar mejor.
—–
Odón de Buen
Director general de la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía