Ícono de la diversidad nacional y con la inquietante capacidad de regenerar sus tejidos y órganos, el axolote es un animal que necesita niveles específicos de temperatura para sobrevivir. En cautiverio es estudiado y reproducido para evitar su extinción y revelar sus secretos para la ciencia
Foto superior: Las peceras del axolotario tienen termómetros externos que se monitorean diariamente para conservar la temperatura a 18 °C
Danahé San Juan / Fotografías: Mundo HVAC&R
Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior”, así es como Julio Cortázar describe el primer encuentro con el Ambystoma mexicanum (Final del juego, 1956), mejor conocido como axolote, una de las especies de anfibios más relevantes para el patrimonio biológico del país.
En el Papalote Museo del Niño, una pequeña ciudad se yergue en honor al axolotl o monstruo de agua, para que los visitantes tengan la oportunidad de aprender acerca de su forma de vida y cualidades, a través de la exposición permanente “El monstruo del agua”.
Al cuidado de esta área, en la que habitan nueve hembras y siete machos, están los biólogos Arturo Vergara y Alan Roy Jiménez, con quienes Mundo HVAC&R conversa para desentrañar los secretos que guardan sus cuidados.
“El axolote es una de las 16 especies del género Ambystoma que hay en el país y es endémica de la cuenca de México, un área que abarcó desde Zumpango hasta el Valle de Chalco”, comenta Arturo Vergara y añade que, actualmente, sólo queda agua en la zona sur de la cuenca (Xochimilco, Tláhuac y Chalco), por lo que realizar un trabajo de conservación ayuda a concientizar a la comunidad sobre su valor, en términos culturales, artísticos, ambientales y científicos, así como a evitar su desaparición.
Cuidados para la vida
El axolote es un anfibio acuático que pertenece al orden de las salamandras. Se caracteriza por mantenerse en fase de larva durante toda su vida –condición conocida como neotenia–, poseer tres pares de branquias ramificadas en forma de plumas que nacen de la base de su cabeza, así como tener la capacidad de regenerar sus miembros y órganos. Gracias a estas características, la comunidad científica internacional trata de decodificar su genoma para descubrir las bases moleculares que le permiten curar heridas y regenerar huesos, músculos, tejidos y órganos, incluido su sistema nervioso, a fin de replicarlos en los seres humanos. De ahí que sea de suma importancia estudiar cada una de las etapas de la vida de este animal, en las que la temperatura es un factor determinante para la salud, desarrollo y reproducción. Por ejemplo, a niveles de temperatura muy altos el animal se estresa, reduce su apetito, desarrolla problemas en la piel y, finalmente, muere.
Arturo Vergara explica que, en estado silvestre, el axolote habita lugares con clima que va de templado a húmedo frío y que hay dos grupos de axolotes: unos que viven en arroyos y otros en lagos sin movimiento. “En su hábitat se encuentran en una columna de agua no mayor a un metro. Normalmente toda su vida están enterrados en el lodo, por lo que no reciben mucha luz, ruido ni movimiento y la temperatura suele no ser mayor a 17 grados”, detalla el especialista. En cautiverio, viven de 8 a 10 años, siempre y cuando se les brinden los cuidados necesarios de alimentación, limpieza y pH del agua, control de temperatura, oxígeno, amonio, sólidos disueltos y concentraciones de nitrógeno.
“La evidentísima sensación de que los axolotes ilustran una teoría radical, inquietante, garrafal, acerca de la naturaleza de la vida, es lo que origina un sinnúmero de posibles mitologías sobre ellos” – Salvador Elizondo
En el museo hay tres chillers que conservan la temperatura a 18 °C en las tres peceras donde viven los axolotes. Los chillers “principalmente operan de día, que es cuando la temperatura aumenta. Estas enfriadoras tienen sensores y un programa automático que detecta cuando la temperatura sube, y la reduce a lo establecido. Además, las peceras tienen termómetros externos que diario se monitorean para conservar la temperatura adecuada”, afirma el biólogo Alan Roy.
En cuanto a la reproducción (actividad que no se lleva a cabo en el museo), el biólogo Vergara explica que el agua debe estar a una temperatura menor a 16 °C. De esta forma, el macho podrá secretar los espermatóforos –pequeñas estructuras gelatinosas que miden aproximadamente un centímetro de alto y que en la punta contienen una cápsula con los espermatozoides–, que la hembra introduce en su organismo y “una o dos noches después empieza a desovar [de 100 a 600 huevos por puesta, aproximadamente]. La velocidad del desarrollo embrionario depende de la temperatura, si es inferior a los 15 grados centígrados, se puede tardar entre 20 a 25 días; si es mayor a 20 grados, los embriones se desarrollan en 10 días, aproximadamente. Entre más tibia esté el agua es más rápido el desarrollo embrionario”, concluye. Una temperatura menor o igual a 16 °C bien controlada asegura la sobrevivencia y el desarrollo embrionario; mientras que una temperatura mayor reduce la talla corporal, el desarrollo y la sobrevivencia.
La automatización del control y del monitoreo de las enfriadoras ayuda a conservar los niveles necesarios para que la reproducción ocurra y concluya con éxito, sobre todo en las temporadas más cálidas y frías del año, pero también para que la cría sobreviva y llegue a la vida adulta.
Respecto a la limpieza, las peceras tienen un sistema de filtración que se encarga de retirar todos los sólidos y eliminar patógenos que pudieran enfermar a los axolotes. Este sistema se compone de un filtro principal, esponjas, lámparas de luz ultravioleta y los chillers que funcionan con refrigerante R-134a, que es amigable con la capa de ozono, y tienen una capacidad de 900 BTU/h (0.2637 kW), con datos de placa de 115V y 2A. Los filtros, también llamados cánister, tienen forma de canasta y están elaborados a base de esponjas y material filtrante para bacterias. “Las peceras son como un acuario en movimiento, es decir, un pequeño ecosistema que tiene organismos vivos, desde bacterias hasta pequeños invertebrados, caracoles y plantas. Todo esto forma un ciclo biológico que ayuda a que los animales se mantengan sanos”, señala el biólogo Roy. Por ello, efectuar trabajos de mantenimiento y limpieza a los equipos asegura la supervivencia y reproducción del axolote.
“La evidentísima sensación de que los axolotes ilustran una teoría radical, inquietante, garrafal, acerca de la naturaleza de la vida, es lo que origina un sinnúmero de posibles mitologías sobre ellos”, expresa Salvador Elizondo en su cuento “Ambystoma Tigrinum” (El grafógrafo, 1972). También, hacen nacer la curiosidad científica arrobada por sus características únicas, y se acercan a la ciencia del frío, la cual, con su tecnología, no sólo contribuye a su conservación, sino también, a su estudio para beneficio de la humanidad, pues es bien sabido que este anfibio está en peligro crítico de extinción.