Como muchas otras tecnologías, el enfriamiento mecánico puede comprenderse mejor bajo la figura de la antinomia, es decir, a través de la formulación de pares de argumentos que expresan puntos de vista racionales y lógicamente verdaderos, pero al mismo tiempo contradictorios entre sí.
De un lado, el discurso del ecologismo ingenuo que acusa a la industria de ser uno de los principales agentes de la debacle ecológica (destrucción de la capa de ozono, altas emisiones de GEI, calentamiento global); del otro, el desmesurado entusiasmo de tecnófilos y fabricantes que promueven sus soluciones bajo la etiqueta –en ocasiones engañosa– de la sustentabilidad.
Espacio de innovación tecnológica para unos, lujo innecesario y contaminante para otros, lo cierto es que el conjunto de aplicaciones para la climatización y la refrigeración no dejará de utilizarse, ya que su uso es ineludible en más sectores de los que imaginamos.
Quizás la respuesta consista en encontrar el justo medio entre ambas posturas y aceptar, primero, el carácter indispensable, crítico incluso, de las tecnologías HVACR para el funcionamiento de la sociedad moderna y, segundo, la obligatoriedad de impulsar aún más la investigación y el conocimiento en torno al desarrollo de soluciones sin impacto ambiental grave.
Imaginemos un escenario en el que desaparecieran de la faz de la Tierra todos los sistemas de refrigeración. De entrada, la cadena de frío de las industrias agroalimentaria y farmacéutica, necesaria para la conservación de alimentos y medicamentos, se paralizaría al poco tiempo.
El sector informático y de las telecomunicaciones también se vendría abajo, junto con el cúmulo de soluciones que nos brinda, desde los servicios de internet y las redes sociales hasta los datos de bancos y entidades financieras. Recordemos que el enorme flujo de información que generamos segundo a segundo depende de la capacidad de almacenamiento de los centros de datos, cuyas operaciones 24/7 son posibles gracias al control de la temperatura.
La civilización moderna colapsaría por completo, pues, prácticamente, cada una de las actividades económicas requieren o dependen en mayor o menor medida de las tecnologías del enfriamiento. Y, sin embargo, la conciencia ecologista argumentaría que es un pequeño precio por la salvación del planeta y que podemos vivir –sus críticos incluidos – sin el cúmulo de beneficios que provee la industria del frío.
Traemos a cuenta esta discusión porque este 26 de junio se conmemorará por primera vez el Día Mundial de la Refrigeración (WRD, por sus siglas en inglés), una iniciativa global impulsada por un conjunto de organismos y asociaciones internacionales, con el fin de sensibilizar y concientizar a la humanidad acerca de la trascendencia de la climatización y la refrigeración para la vida cotidiana, así como su compromiso con la eficiencia energética y la sustentabilidad.
Esperamos que esta iniciativa anime a la industria HVACR mexicana a generar más espacios de debate y reflexión crítica constructiva, una tarea a la que, por supuesto, estaremos sumándonos en los próximos números con la inclusión de contenidos relacionados con el tema y la organización de nuestro Encuentro de Líderes 2019, que tendrá lugar en el último trimestre del año.
Los editores