Las grandes ciudades son símbolos de producción, trabajo, multitudes de personas y, lamentablemente, también se han vuelto ejemplos por su mala calidad del aire.
La gran cantidad de habitantes, el transporte deficiente y el mal manejo de residuos llevan a la alta concentración de partículas contaminantes que afectan a todos los habitantes en mayor o menor medida. Desde ligeras alergias a graves enfermedades respiratorias en las poblaciones más vulneradas, un amplio rango de efectos dañinos se encierra en nuestras cosmopolitas ciudades.
Durante 11 meses del año sufrimos los efectos profundos de un ambiente nocivo que no nos deja respirar adecuadamente, pero enero es, sin duda, uno de los peores meses para nuestro sistema respiratorio.
Al inicio del año, la ciudad amanece gris por los altos índices de partículas contaminantes. La resaca de las fiestas la sufren más nuestra nariz, cabeza y ojos, recibiendo el nuevo año con contingencias ocasionadas por celebraciones irresponsables, no solo por parte de las personas, sino de los gobiernos y estados que, por todo lo alto, explotan fuegos artificiales.
Los espectáculos de color, por más bellos que puedan parecer, esconden tras de su luz químicos y combinaciones venenosas para la atmósfera. La mezcla de nitratos, sulfatos, percloratos y fórmulas de sodio, cobre, estroncio, litio, antimonio, magnesio, aluminio y bario de isótopos radioactivos contaminan directamente nuestro ambiente. Los brillantes colores traen consigo metales pesados y, con la detonación, se libera monóxido de carbono y las peligrosas partículas PM2.5.
Media hora de espectáculo nos cuesta días de contingencia. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, los días 12 y 25 de diciembre, y el 1 y 6 de enero son de los más contaminados del año debido a la pirotecnia.
La pregunta que debemos plantearnos ante esto es ¿por qué seguimos haciéndolo? Es importante cuestionarnos por qué escogemos todavía celebraciones que incluyen tóxicos y contaminantes que destruyen nuestra atmósfera, cuando tenemos tantas herramientas tecnológicas de las que podemos hacer uso para montar un buen espectáculo.
¡¿Cómo podemos seguir celebrando mientras nos envenenan?!
Ante un panorama sombrío como el que nos presenta la grave crisis ambiental, debemos repensar seriamente usos, costumbres y tradiciones que hemos aceptado aun cuando representan un alto costo para el ambiente y la salud.
Respirar bien y vivir sin alergias es posible si exigimos políticas públicas de calidad del aire que tengan un enfoque holístico: atacando principales fuentes de contaminación como los autos e industrias reguladas, pero también a la pirotecnia, que se ha convertido en un detonante importante para grandes crisis de aire que, literalmente, nos ahogan.
China nos ha demostrado este 2020 que existen otros caminos: este año optó por no usar pirotecnia, e iluminó el cielo con miles de drones que formaron figuras y letras, asombrando al mundo con este despliegue tecnológico y de coordinación.
El gigante asiático confirmó que los fuegos artificiales quemando nuestro oxígeno no son necesarios para celebrar. ¿Cuándo seguiremos este ejemplo en México?
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Alicia Silva Villanueva
Maestra en Administración de Empresas Socioambientales por la Universidad del Medio Ambiente, y arquitecta por la Universidad de las Américas de Puebla. Además, es fundadora de Revitaliza Consultores y, actualmente, su directora.
@aliciagsilva