A fin de abatir la problemática ambiental y ecológica es necesario considerar las ciudades en cuanto a su estructura y su tipo, al igual que sus características socioeconómicas, políticas y culturales. Esto, para plantear opciones que afronten la problemática ambiental, climática y social
Karemm Danel
El Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo de España comenzó a emplear el término metabolismo urbano en la década de 1990, sobre el cual estableció que es el intercambio de materia, energía e información entre el asentamiento urbano y su contexto geográfico, lo cual ayudará a comprender los procesos sociales y materiales, además de determinar los requerimientos en cuanto a alimentación, agua, materia prima, gente, combustible y el impacto de su utilización en la biósfera.
Bajo tal perspectiva, en el artículo “Ciudades, gestión, territorio y ambiente”, del doctor Gian Carlo Delgado y Lucía Álvarez Enríquez, se define al metabolismo urbano como el proceso en el que los espacios urbanos, principales emisores de residuos y contaminantes en general, pueden analizarse como sistemas abiertos a los flujos de materiales y energía; es decir, que toman energía y materiales fuera del sistema (urbano) y desechan energía disipada y materiales degradados.
Hay que recordar que a diferencia de los espacios rurales, los espacios urbanos concentran gran cantidad de energía por unidad de superficie, aspecto que en la actualidad está causando graves desequilibrios ambientales. Los análisis metabólicos que se realizan bajo esta concepción toman en cuenta flujos metabólicos como los de agua, los nutrientes del suelo, alimentos, materiales de construcción y del sector transporte; la problemática de los residuos y su gestión; la demanda de energía, entre otros. Dicho estudio permite identificar la situación de los asentamientos, junto con una proyección que haga posible trazar caminos en los que la generación de residuos sea más eficiente a través de la planeación de procesos metabólicos y medidas regulatorias.
En este punto interdisciplinario participan Ecología Industrial, Ecología Urbana, Ecología Política y Economía Ecológica, de donde resaltan aspectos como el flujo de materiales y de energía, la ciudad como ecosistema, las relaciones económico-materiales dentro de las ciudades, las relaciones campo-ciudad y sus impulsores económicos, y un replanteamiento de la ciudad a través de la innovación en las relaciones socioecológicas.
Situación mundial
Todos los países presentan patrones metabólicos dependiendo de su asentamiento urbano a lo largo del tiempo. Su análisis permite identificar el metabolismo social que incide en el aspecto socioambiental.
Dichos análisis permitirán hallar mejores formas de organización que se integren a los asentamientos urbanos para disminuir el desequilibrio y encontrar alternativas que mejoren la calidad de vida. Por ejemplo, actualmente es necesario atender la relación urbano-rural desde el aspecto de dependencia energética, de recursos, subordinación de unos territorios respecto de otros, sus estructuras de poder, distribución de bienes, calidad de vida y potencial de las regiones a corto, mediano y largo plazos en términos biofísicos. Es decir, tomar en cuenta indicadores tales como la sustentabilidad débil o fuerte, los indicadores del impacto ambiental que genera el hombre, la huella ecológica, el estudio de la Apropiación Humana de Producción de Biomasa Neta (HANPP), el Insumo Material por Unidad de Servicio (MIPS, por sus siglas en inglés), la huella hídrica y el agua virtual, y los balances energéticos (costo energético para obtener energía; EROI, por sus siglas en inglés).
Sustentabilidad débil y sustentabilidad fuerte
Estos términos hacen posible la diferenciación entre los distintos modelos de sostenibilidad que se han desarrollado. Permiten contar con parámetros que establecerán el grado de sostenibilidad que se alcanzó. Este asunto, a la vez, otorga la oportunidad para una transformación social, la cual es una condición esencial que favorece el crecimiento.
Huella ecológica
La huella ecológica es un indicador ambiental que comenzó a utilizarse durante la década de 1990, gracias a Mathis Wackernagel y William Reese, del University College of British Columbia, quienes acuñaron el término bajo el siguiente concepto: “Es el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistema acuático) necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población definida con un nivel de vida específico indefinidamente, donde sea que se encuentre esta área”.
Tal indicador permite conocer la cantidad de recursos que el hombre, circunscrito en una región, ciudad o país, demanda de la naturaleza, lo que incluye áreas de producción de los recursos que consume, el espacio que requiere para los diversos tipos de edificación y los ecosistemas. Es decir, su impacto ambiental al tomar en cuenta tanto recursos como residuos que mantienen el modelo de producción y consumo de la comunidad.
Para calcular la huella ecológica se toman en cuenta los siguientes aspectos:
• Consumo total por alimentación
• Productos forestales
• Gasto energético
• Ocupación directa del terreno
Esto se divide con indicadores de productividad que expresan el consumo por unidad de superficie biológica productiva. Se expresa en ha/cap/año, si se calcula por habitante, o en hectáreas si el cálculo es por comunidad.
Después de calcular la huella ecológica se determinará la superficie total de terreno productivo de la zona que se estudió. Si el valor sobrepasa la capacidad de carga, como también se le denomina, la zona no es sostenible, ya que consume más recursos de los que dispone. Si la capacidad de carga es igual o mayor a la huella ecológica, la zona es autosuficiente.
Los tipos de terrenos productivos para el cálculo de la huella ecológica contemplan cultivos, pastos, bosques, mar productivo, terreno construido y área de absorción de CO2. Las actividades vinculadas son alimentación, vivienda, servicios, movilidad, transportes y bienes de consumo.
Apropiación Humana de Producción de Biomasa Neta
Es un indicador que permite conocer el impacto del metabolismo económico y social. Se refiere a los recursos renovables procedentes, anualmente, de la fotosíntesis, que permiten que los organismos heterótrofos crezcan y se reproduzcan.
Indicadores del impacto ambiental (HANPP, por sus siglas en inglés)
Permiten realizar una evaluación dentro del proceso hacia la consecución del desarrollo sustentable. Requieren un marco conceptual para que se estructure su información, se tenga acceso a ella y pueda interpretarse. Analiza las condiciones y tendencias de un sistema, realiza comparaciones en tiempo y espacio; evalúa condiciones y tendencias, dependiendo las metas establecidas; prevé información trascendente y anticipa condiciones.
Su objetivo es obtener información que mantenga a la comunidad al tanto de las tendencias ambientales, de la sustentabilidad de ciertas actividades y de la reacción del ambiente ante ciertas situaciones.
Insumo Material por Unidad de Servicio (MIPS, por sus siglas en inglés)
Permite calcular el impacto ambiental que genera un producto o servicio. Es aplicable a procesos y servicios sensibles de evaluarse y compararse, tanto a nivel micro como macro.
Huella hídrica
Indicador de uso de agua que contempla tanto el uso directo como el indirecto del productor o consumidor. La huella hídrica de una persona, una comunidad o un comercio es el volumen total de agua dulce que se emplea en la producción de bienes y servicios que se destinarán al consumo o producción.
Su importancia radica en que al conocer el impacto del ser humano sobre los sistemas hídricos, se hace factible que la escasez o contaminación del agua se gestionen más correctamente, sin dejar de lado tanto la producción como las cadenas de distribución.
Costos Totales por agotamiento y degradación ambiental (millones de pesos) | |
Concepto | Costos por Agotamiento y Degradación Ambiental |
Costos Totales | 985,064 |
Costos por Agotamiento | 261,620 |
Agotamiento por Hidrocarburos | 217,968 |
Agotamiento de Recursos Forestales | 14,174 |
Agotamiento del Agua Subterránea | 29,478 |
Costos por Degradación | 723,444 |
Degradación del Suelo | 74,564 |
Residuos Sólidos | 51,569 |
Contaminación del Agua | 64,632 |
Contaminación Atmosférica | 532,679 |
Situación en México
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presenta en sus Cuentas económicas y ecológicas de México, edición febrero de 2014, los resultados que arrojó el Sistema de Cuentas Nacionales de México. Con estos resultados se identifica el impacto ambiental del quehacer económico, con el propósito de calcular cuánto representa el agotamiento de los recursos naturales y de la degradación del medioambiente, así como el gasto necesario para compensar los daños causados al ambiente por el proceso productivo.
En 2012, de acuerdo con el Inegi, el sector público realizó un gasto en protección ambiental que alcanzó los 143 mil 66 millones de pesos; es decir, el equivalente a 1 por ciento del Producto Interno Bruto, del cual se destinó 23.8 por ciento al sector de la construcción; 22 por ciento al de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final; 20.1 por ciento a las actividades de Gobierno; 17.1 por ciento a la Minería, y 10.2 por ciento a los servicios profesionales, científicos y técnicos.
Como parte del camino hacia una adecuada gestión de recursos, la política económica debe encaminarse hacia el incremento del capital natural. La posibilidad de determinar que el crecimiento desmedido de los espacios urbanos no es una opción viable a largo plazo, pues también aumentará la demanda energética y de materiales, evidencia la necesidad de continuar trabajando en el diseño de políticas públicas, a la par que se llevan a cabo acciones para su control, para lograr un verdadero metabolismo urbano.