La construcción de edificios icónicos, cuyo espíritu ávido de mostrar la combinación de materiales vanguardistas con aplicaciones tecnológicas avanzadas, da como resultado edificios-máquinas, edificios-esculturas y edificios-objeto en los que las necesidades del usuario no se resuelven plenamente, porque la directriz de su diseño es la ley del mercado.
Los intereses económicos del mercado marcan la pauta en relación con el diseño de los edificios modernos.
Jorge Junco Coto.
Foto: Ana Omelchenko / Shutterstock.com |
La arquitectura juega un papel muy importante en la historia de la humanidad, ya que el hombre ha plasmado su realidad, sus aspiraciones y sueños en las construcciones. Actualmente, observamos que frecuentemente aparecen nuevos edificios, por lo que nuestros edificios íconos o emblemáticos corresponden principalmente a los de oficinas, en general por ser los más altos.
Los retos estructurales, constructivos y tecnológicos que implica un edificio alto equiparan su altura; sin embargo, arquitectos, ingenieros y demás especialistas han desarrollado las innovaciones técnicas necesarias para resolverlos en cada caso. A pesar de ello, vemos cómo los edificios se conciben desde su diseño con el objetivo de convertirlos en impresionantes esculturas, en nuevos referentes urbanos, en nuevos hitos.
Consciencia constructiva. Las edificaciones influyen sutil pero poderosamente en el estado de ánimo de las personas, en su comportamiento y en su salud |
Resultados. La falta de muros y de privacidad dificultan la productividad de las personas al provocar falta de concentración |
Ésta es la razón por la que lo más importante tiene que ver con la envolvente, la piel del edificio, ya que es lo que quedará a la vista de las personas. Relativamente hablando, sólo unos pocos conocerán el edificio por dentro y vivirán el espacio contenido entre sus paredes. Precisamente estos, que son el usuario final, tendrán que adaptarse a la edificación, porque no se concibió por completo en función de sus necesidades. Los edificios no tienen su identidad en el usuario, sino en sí mismos, en su forma, en su altura y en sus materiales.
El usuario encontrará, por lo general, grandes vestíbulos de acceso con acabados brillantes, alturas cuya escala tampoco tiene que ver con el usuario e iluminación directa e indirecta enfocada en resaltar las características principales de color y textura de los materiales. Hallará, de igual manera, elevadores y núcleos centralizados de servicios sanitarios impersonales y fríos que se repiten de manera irremediablemente monótona; puertas automáticas de cristal con controles de acceso electrónico, que dan la bienvenida a pisos de planta libre sin muros, con plafones modulares muy bajos (en proporción con la escala que correspondería); vistas de 360 grados a la ciudad a través de cristales infinitos sin persianas; lámparas fluorescentes que forman una retícula y elementos de acero, aluminio, etcétera.
Todos y cada uno de los materiales que podemos apreciar en dichos ambientes son resultado de procesos industriales manipulados por el hombre, para lograr el aspecto y acabado que es posible apreciar. Nada que nos remita a la naturaleza, pero sí a un medioambiente artificial.
Bajo la justificación de buscar la mayor flexibilidad que el espacio pueda proporcionar, hace varias décadas surgió en EUA el concepto de planta libre, con la intención de que cada corporativo que ocupara una sección, uno o varios pisos de un edificio, tuviera la posibilidad de acondicionar muros divisorios (usualmente de cristal, madera o tablarroca) para formar cubículos, salas de juntas, entre otros, de acuerdo con necesidades específicas. Se facilitó el amueblado de las oficinas con la mayor cantidad posible de estaciones de trabajo, en busca de la libre movilidad; y la mayor interacción entre los usuarios, que propiciara la igualdad, la equidad, el compañerismo, el trabajo en equipo y la unión.
Estos son conceptos con los que no podríamos estar en desacuerdo; sin embargo, la falta de muros y consecuentemente la falta de privacidad dificultan la productividad de las personas por la falta de concentración, ya que el menor movimiento, así como el sonido constante de teléfonos y conversaciones, resultan grandes distractores.
Quienes trabajan en los edificios de oficinas modernos pasan gran parte de su vida dentro de ellos, y los profesionales que intervienen en el proceso de diseño y construcción deberían ser conscientes de que las edificaciones influirán sutil, pero poderosamente, en el estado de ánimo de las personas, en su comportamiento y, desde luego, en su salud.
Aunque, al parecer, los intereses económicos del mercado marcan la pauta en relación con el diseño de los edificios modernos, y las necesidades y la búsqueda de confort para el usuario son elementos de menos relevancia en oposición a la forma, los materiales, la altura, las instalaciones, el equipamiento, la tecnología, la proyección escultural, la iluminación nocturna, su protagonismo urbano, su perspectiva espacial y el dominio visual sobre el minúsculo ser humano que lo observará desde fuera.
Existe una relación muy estrecha entre el espacio construido y la conducta personal como reacción a los estímulos visuales y de percepción ambiental que el espacio proporciona. Esta percepción ambiental la componen los materiales, los colores, las texturas, las dimensiones y la luz, pero también toda clase de sonidos, la temperatura y la calidad del aire que se respira dentro de los edificios. Dichos elementos que integran la percepción del espacio determinarán el modo en que se comporte un individuo. El índice de productividad de las personas dentro de un edificio está directamente relacionado con las motivaciones económicas y profesionales individuales que se ven influenciadas por el ambiente espacial que los rodea.
La monotonía de colores y texturas cansa y desgasta; además, los sistemas integrados del edificio que permiten su funcionamiento pueden causar enfermedades. Vale la pena recordar que los seres humanos son eléctricamente sensibles. Por otro lado, juegan un papel muy importante los sistemas de aire acondicionado como elementos que interconectan toda clase de áreas del edificio entre sí, por lo que conducen a través de su red de ductos el aire que respiramos. En ambos casos, las instalaciones eléctricas y las de aire acondicionado deberán ser cuidadosamente analizadas, no sólo desde el punto de vista del edificio y sus espacios vacíos, sino, principalmente, desde el del usuario y su interacción con el edificio.
Es importante que se tenga la capacidad de revertir estas tendencias y diseñar los edificios de oficinas y sus instalaciones pensando en su aspecto exterior, en lograr el máximo confort y habitabilidad interior, buscando que la percepción del espacio motive, a través del colorido y la calidez del ambiente, a ser productivos y facilitar la creatividad y la concentración en el trabajo cotidiano, para que el usuario pueda desarrollar sus habilidades profesionales.
También será necesario encontrar la manera en que un edificio tenga y proyecte su propia personalidad, que se base en la identificación con el usuario y en la identidad cultural tras analizar muy bien el impacto que provocará su presencia en el ámbito urbano, de modo que se busque, si no la armonía con el entorno natural, sí un diálogo en voz baja.
Rumbo. En la medida en que los profesionales vuelvan la mirada hacia el usuario final, podrán corregirse muchos errores en el ámbito constructivo |
Del mismo modo, los elementos subyacentes al propio edificio y que se integran por las diferentes instalaciones que lo recorren a través de tuberías y ductos (instalaciones eléctricas, hidráulicas, sanitarias, de aire acondicionado, de voz y datos, de seguridad, vigilancia y control, de red contraincendios, etcétera) deben proporcionar, ante todo, eficiencia y ahorro energético; optimizar la utilización de los recursos y facilitar toda clase de procesos dentro del edificio, con la ayuda e implementación de las tecnologías más avanzadas, de calidad y fácil instalación, operación, mantenimiento y actualización.
En la medida en que los profesionales de la arquitectura y la ingeniería, así como los especialistas y diversos fabricantes, desarrolladores, proveedores y contratistas de la industria de la construcción vuelvan la mirada hacia el usuario final para proporcionarle el máximo confort ambiental, así como para desarrollar y utilizar materiales y sistemas tecnológicos amigables con el medioambiente, altamente eficientes, pero de bajo consumo energético, se transitará el camino correcto para corregir muchos de los errores que en este tipo de edificios se ven actualmente en todas partes del mundo.
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Jorge Junco Coto
Egresado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Ha participado en diferentes proyectos habitacionales e industriales. Fue director de Proyectos de una firma Israelí especializada en el tratamiento de aguas residuales de procesos industriales en diversas ciudades de México. Ha colaborado en proyectos y construcción de viviendas y edificios en diversas constructoras. Actualmente, trabaja como Coordinador de Proyectos en una firma inmobiliaria.