Un ambiente con temperatura y humedad adecuadas es vital en todo inmueble histórico, debido a la antigüedad de sus materiales constructivos y de las piezas de arte que suelen resguardar. La mejor manera de conservarlos en buen estado es monitorear constantemente cada elemento ambiental y controlar lo más posible los niveles de humedad, principal enemigo de este tipo de edificaciones
Karemm Danel
Guardianes de obras artísticas y fragmentos de historia en sí mismos, los edificios antiguos presentan una situación ambivalente: sus materiales constructivos ofrecen un ambiente cómodo, mientras que la humedad (en exceso o en ausencia) puede causar deterioro de las obras que resguardan y del mismo edificio. Monitoreo y balance son las principales herramientas para mantener adecuados los niveles de cada variable.
Estos sitios, según expresa la maestra en Arquitectura Olga Orive Belinger, presidenta del Comité Nacional Mexicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, Icomos México, no fueron construidos según los estándares que actualmente se deben cumplir en cuanto a eficiencia, ventilación y climatización.
En el momento de su construcción, explica, “no se pensaba que fuera necesario sellar completamente para que la climatización artificial, como la conocemos ahora, no se perdiera. Pero es un hecho que los edificios antiguos, aunque fueran de adobe, que muchos de ellos son de ese material, crean un ambiente interior confortable; al exterior la temperatura puede ser de 28 grados centígrados, pero adentro la temperatura es de 21”.
Sin embargo, detalla la arquitecta, para conservar el patrimonio cultural que posee México, lo más importante es considerar la función que cumplirá cada edificación. “Por ejemplo, el Colegio de San Ildefonso requiere una serie de sistemas de climatización y de humidificación de los ambientes, por lo que está solicitando recursos a la World Monuments Fund, organismo de fondos internacionales para la restauración, porque desean obtener la certificación para recibir colecciones internacionales de alto valor. Entonces, se puede ver que para casos específicos se requiere de una serie de sistemas, primero, de monitoreo de temperatura y humedad y, segundo, de climatización, para recuperar los niveles necesarios”.
Ventajas y desventajas de los edificios antiguos
Uno de los problemas más graves que enfrentan los edificios antiguos es la humedad. Sea por exceso de ella, debido específicamente a falta de mantenimiento en azoteas y una incorrecta impermeabilización, o por ausencia, derivada sobre todo de una mala ventilación, este componente ambiental debe mantenerse en el nivel correcto, una vez más, de acuerdo con la función que desempeña el lugar y los materiales de las obras que alberga.
Casos significativos se han encontrado en dos grandes pinacotecas que resguardan óleos coloniales, en Tepotzotlán, Estado de México, y el Colegio de Propaganda Fide, en Guadalupe, Zacatecas. En ambos lugares se han presentado problemas serios por falta de humedad. “El problema se vuelve álgido, ya que no se cuenta con el dinero suficiente para realizar monitoreos constantes, así que en algunas ocasiones ni siquiera se cuenta con humidificadores especiales para llevarlos a cabo, y se deteriora bastante lo que se encuentra en el interior del edificio”, explica la presidenta de Icomos. “En otras ocasiones, los inmuebles cuentan con pisos de muy alta calidad que se deterioran, en muchos casos, por problemas de falta de humedad, debido a que existe una gran altura y por tanto mucha ventilación”.
La maestra Orive indica que la climatización para museos debe ir acorde con los reglamentos internacionales en cuanto a humidificación y clima de cierto ambiente cuando se van a utilizar elementos específicos, como son óleos y papel. En muchos casos, cuando se trata de este último, casi siempre se mantiene en un exhibidor cerrado, en cuyo interior el clima ya está integrado, de suerte que la climatización no es general.
“Si estamos hablando de edificios antiguos o históricos, la ingeniería ya se hizo. No sucede como en los edificios contemporáneos, para los que sí hay una serie de reglamentos para la parte estructural, de altura o niveles, a fin de que haya un buen clima. Trabajé en el edificio de lo que fue la Secretaría de Asentamientos Urbanos y Obras Públicas, y era insoportable, porque estaba sellado, pero sin cristal, haciendo que tanto el calor como el frío fueran extremos. En este sentido, los edificios históricos no tienen ese problema, ya sea por la forma como se construyeron o por la altura”, precisa.
De igual forma, los materiales inciden notablemente en las diferencias constructivas entre las edificaciones antiguas y las contemporáneas. “Anteriormente, los muros solían ser bastante más gruesos. Hoy en día, con el propósito de aislar térmicamente una construcción moderna de tabique o tabicón, se coloca una capa muy importante de poliuretano u otros materiales. Con los techos es lo mismo, y como en general son muy altos, no están sellados, sino que hay un sistema de madera al que encima se le coloca teja; así, todo el aire caliente sube y sale a través de ella, lo que permite que la ventilación sea natural, pues entra el aire y hace una especie de chimenea”.
¿Quién se encarga de vigilar su conservación?
Existen entidades como la Asociación de Museos y el Consejo Internacional de Museos (Icom), dividida en comités nacionales, así como el Comité Internacional, las cuales cuentan con estándares muy claros para edificios de este tipo. Cabe aclarar que para edificios públicos antiguos, según precisa Olga Orive, no suelen hacerse revisiones específicas. “No contamos con ese tipo de reglas porque los materiales de los que están hechos mantienen un ambiente muy agradable, una calidad de vida mayor en comparación con los edificios contemporáneos de cristal, para los que existen estándares como el Leadership in Energy and Environmental Design”.
No obstante, mantener bajo monitoreo el estado de las obras, los niveles de humedad y de temperatura es una acción redituable, si bien, según la antigüedad del edificio, vigilar que se mantenga en buen estado corresponde a dependencias diferentes. Este aspecto suele ser bastante grave en México, asegura la arquitecta Orive, pues La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos estipula que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) será el responsable de revisar en qué grado de conservación se encuentran los inmuebles que hayan sido construidos hasta el siglo XIX. “La situación ha hecho que se pierda un sinnúmero de edificios con altísimo valor histórico, porque se empezaron a construir en 1897, competiéndole al INAH, y se concluyeron en 1905, correspondiéndole al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Entonces, no se ponen de acuerdo”.
“En la profesión de restauración decimos que la sabiduría de nuestros antepasados respecto de los materiales, el tipo de construcción y la cubierta la estamos enterrando en favor de la tecnología. Afortunadamente, se está encontrando la manera de gozar de ella empleando energías renovables”, concluye la maestra Orive.
El imprescindible control de humedad. Lecciones aprendidas
El Ex Convento franciscano de Cuautinchán, en Puebla, una construcción concluida a finales del siglo XVI y dedicada a San Juan Bautista, es uno de los principales monumentos históricos del municipio poblano. Diseñado por el arquitecto español Francisco Becerra, la edificación sufrió daños causados por escopetas y otras armas durante la Revolución Mexicana, así como a finales del siglo pasado debido al terremoto de 1999.
Dentro del templo se encuentra un retablo con seis pinturas que muestran la vida de Jesucristo. Dichas pinturas datan de finales del siglo XVI y se han atribuido al pintor flamenco Simón Pereyns; este retablo se considera uno de los únicos tres existentes en el país. Debido a su antigüedad, relata la presidenta de Icomos México, su madera (estofada) se estaba abriendo, sin que pudiera identificarse la causa. Con ayuda de fondos internacionales descubrieron que se debía al exceso de ventilación, pues las puertas siempre se encontraban abiertas, causando resequedad, insoportable para una madera de ese tipo y de esa antigüedad.
Para solucionar el problema, se intentó recurrir a ciertas tecnologías; sin embargo, no se contaba con el dinero para solventarlas. Igualmente, el volumen de aire requerido a fin de modificarlo era bastante elevado, por lo que se recurrió a la manera antigua: “Se colocaron paños húmedos y se emplearon ollas con agua; además, se cerró todo. Por supuesto, no se alcanzó el grado de humedad, debido a que ya se había secado a tal grado la madera que realmente necesitaba un grado de humedad mayor, por lo que fue necesario recurrir a fondos internacionales y se adquirieron como donación, en varios casos, aparatos de medición y climatización”.
Tras identificar el problema y contar con los recursos, se recurrió a sellar ventanas y mantener cerradas las puertas, abriéndolas únicamente al paso peatonal, con lo que se alcanzó el grado de humedad adecuado. “De esta manera se ha logrado mantener el retablo en buenas condiciones”, afirma la arquitecta Orive.
Gracias a esto se ha puesto más atención en el tema. ”Muchos ni siquiera creíamos que el monitoreo era necesario. A partir de esta extraordinaria experiencia se ha replicado en otros inmuebles históricos y artísticos. En realidad, la climatización depende del uso del edificio, en el sentido de si será museo o resguardará piezas específicas, lo que hace que definitivamente se vuelva necesario contar con monitoreo. Hoy en día ya se tienen estándares muy claros acerca del nivel óptimo de humedad para ciertos cuadros, óleos o piezas de madera, por mencionar algo. También se tiene conocimiento para otro tipo de elementos prehispánicos que se resguardan”.