En esta columna siempre he buscado mostrar y apoyar un diseño de sistemas basado en como la naturaleza ha resuelto problemas similares a los nuestros. En el caso del diseño en el ciclo de vida, es un concepto inherente a la forma como trabaja la naturaleza. Si bien no hay un diseñador como tal, tampoco existen los límites que los humanos concebimos como producción, consumo, disposición, conceptos como años de operación, o garantías con base en el mantenimiento. Sin embargo, los elementos que forman parte de la naturaleza sí deben de cumplir con ciertos parámetros de eficacia que se requieren, pero el enfoque de la naturaleza es más sistémico, no maximiza/minimiza en cada parte, sino en el concepto integral de la solución.
Uno de los problemas de nuestra industria es que cada uno de los participantes se dedica a obtener el máximo beneficio, pero sólo de su parte del proceso. El fabricante se centra en costos de producción, ventas rápidas. El usuario busca reducción de costo operativo y maximizar la eficiencia, etcétera. Esto dificulta la armonía de todas las partes, creando deformaciones que pueden tener un costo ambiental y social importante. Por contraparte en la naturaleza, los diseños no maximizan cada etapa, sino que la optimizan, para luego no tener que manejar efectos negativos. Así los diseños funcionan mejor a lo largo del ciclo de vida.
Cuando se habla del ciclo de vida de un diseño en la naturaleza el tema es ya inherente, como podemos ver en la gestión de residuos: si existe en la naturaleza un residuo generado por un organismo y que no lo pueda manejar el mismo, siempre habrá alguien más que lo pueda aprovechar. Por lo tanto, el concepto de residuo no existe, pues no se mide por individuos, sino por un sistema y lo que hay en los sistemas de la naturaleza no genera residuos o basura, sino un flujo continuo de recursos, donde el desperdicio de uno es el beneficio del otro.
Los diseños normalmente están concentrados en paradigmas de maximización de beneficio, con minimización de costos, que al dividirlos en los diferentes sectores es muy difícil de integrar. Ejemplo de esto sucedió con los gases refrigerantes, que se utilizaron para maximizar su capacidad de enfriamiento de los espacios sin mirar lo que pasaba si eran liberados a la atmósfera, cuyo efecto se dejó sentir en la reducción de la capa de ozono y el calentamiento global. Una vez que se empezó a ver esto de manera un poco más integral, se produjeron los refrigerantes ecológicos que no tienen este efecto. Pero todavía nos falta para llegar a un momento donde los refrigerantes no tengan que ser industrializados sino sean recursos locales y abundantes en el punto donde se usan,
Si la naturaleza estuviera diseñada para que cada órgano esté enfocado en maximizar su trabajo, la misma entraría en un conflicto. Como ejemplo, si los pulmones demandan una mayor respuesta del corazón, este segundo entraría en un problema y demandaría a su vez más trabajo de parte de otros órganos lo que finalmente se resentiría en su labor principal y en la labor de todos de tener un ser humano saludable. Por eso, el cuerpo humano está optimizado y trabaja integralmente para un bien mayor, no para el de cada parte del proceso productivo.
El integrar herramientas como el análisis en el ciclo de vida (LCA/ACV) es muy útil, pero se requerirá mejorar las normativas y los estándares voluntarios para que sean diseñados de forma sistémica e integral.
[author image=”http://www.mundohvacr.com/wp-content/uploads/2015/08/A0MH0077811.jpg” ]Mauricio Ramírez
Cuenta con 10 años de experiencia en Diseño, Construcción y Gerencia de proyectos. Es LEED AP y Sustainability manager de Lend Lease en México. Se graduó del programa de certificación profesional en Biomimicry por el Biomimicry Institute. Actualmente, es profesor titular de Biodiseño en el ITESM, Campus Ciudad de México. También, participó en el desarrollo de lineamientos de sustentabilidad para los proyectos del programa Habitat de Naciones Unidas, en conjunto con la Sedesol y el Colegio de Ingenieros Ambientales.[/author]