Las bibliotecas son universos de hojas, papiros y pergaminos reunidos en muy variados soportes, de entre los que se destaca el libro. Éste requiere de condiciones específicas para mantener su buen estado y perdurar a lo largo del tiempo y, de esta manera, lograr que diferentes generaciones de personas recorran sus páginas. Garantizar estas circunstancias requiere de una relación de trabajo entre dos sectores que pudieran parecer totalmente ajenos, pero que unen esfuerzos para proteger el material bibliográfico
Danahé San Juan / Rubén Darío Betancourt, fotografías
La relación amorosa con las bibliotecas se debe a su función de transmitir conocimiento, pero también a su capacidad de dirigir al lector a mundos fantásticos y desconocidos, tiempos pasados, presentes y futuros, o lugares inimaginables que se vuelven posibles entre las líneas de cientos de hojas encuadernadas que, con el tiempo, se van poniendo amarillas y despiden el aroma de la sabiduría de aquellos escritores inmortalizados entre estanterías y pasillos de cualquier pequeña o gran librería.
Un poco de historia
La Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México es una de las más distinguidas en México y Latinoamérica, debido a que resguarda una de las colecciones más importantes en ciencias sociales y humanidades. Esta colección se conforma por un acervo superior a los 700 mil volúmenes con más de 500 mil títulos de folletos y libros, de los cuales el más antiguo es una obra literaria que data de 1521; cerca de 8 mil títulos de publicaciones periódicas, además de atlas y mapas; así como una colección representativa de obras en idiomas de Asia, África y Medio Oriente. También está considerada como una de las mejores bibliotecas universitarias para profesores, investigadores y alumnos de esas áreas de estudio abierta al público de educación superior, en general.
Esta recinto “tiene su origen con El Colmex, que a su vez se inició con la llegada de los exiliados españoles, producto de la Guerra Civil de 1936, fecha en la que se funda la Casa de España en México y pocos años después El Colegio de México, en 1938, pero el nombre por el que se le conoce se le adjudicó hasta 1976”, comenta Víctor Cid, bibliógrafo del Centro de Estudios Históricos de la institución.
Anteriormente, sus instalaciones ocupaban casi la tercera parte de la superficie total de El Colmex, es decir, 24 mil metros cuadrados. Pero en mayo de hace dos años se inauguró un anexo al edificio, diseñado por el famoso arquitecto Teodoro González, con el propósito de aumentar la capacidad de resguardo para un acervo que no deja de crecer.
Buena parte del material bibliográfico que se tiene en este lugar no existe en ninguna otra biblioteca de México, por lo que es preciso contar con medidas adecuadas, como ventilación y aire acondicionado, a fin de mantener los niveles de temperatura -entre 20 y 22 grados centígrados- y de humedad relativa -entre 35 y 65 por ciento, necesarios para la preservación y conservación de las colecciones que representan más de 70 años de vida de la biblioteca y la institución; así como un acervo fundamental para los estudios de ciencias sociales y humanidades. Es aquí donde entra en escena el sector HVAC, a través de sistemas de aire acondicionado, ventilación e incluso calefacción, para ayudar a que todas aquellas personas relacionadas con la preservación y conservación de los libros puedan lograr su objetivo de mantenerlos en perfecto estado para el lector.
Distinguir entre preservación y conservación podría resultar una tarea compleja; sin embargo, la diferencia estriba en que la primera reúne todas aquellas medidas para prevenir el deterioro de los materiales, mientras que la segunda se refiere a la intervención técnica para restaurar los materiales, una tarea que es llevada a cabo por un profesional especializado en restauración. Los sistemas de aire acondicionado y ventilación forman parte del proceso de preservación, ya que su correcto uso permite prevenir daños medioambientales.
Los libros y su medio
Aproximadamente el 60 por ciento de cualquier acervo bibliográfico está fabricado con material orgánico, lo cual hace que requieran de una atención especializada. Por ejemplo, los libros elaborados en el siglo XIX contienen altos grados de acidez; esto hace preciso llevar un cuidado controlado que permita mantenerlo en las mejores condiciones medioambientales para prolongar su periodo de vida. La manera más adecuada para conseguirlo comienza con la preservación, cuando a través de un sistema de aire acondicionado, entre otros recursos. Además, se puede tener control para reducir el deterioro de los libros causado por la naturaleza del papel, cambios extremos de temperatura y humedad ambiental, agentes biológicos (hongos y bio-infecciones), uso continuo de los materiales, malas prácticas en su manejo, siniestros, condiciones del edificio, entre otros factores.
Un aliado frío
Las medidas preventivas para la conservación de los libros impresos contemplan medidores de humedad y temperatura que se deben colocar fuera de los ductos de flujo de aire para permitir la detección de microclimas dentro de las áreas de almacenamiento; así como el uso de sensores independientes del sistema de aire acondicionado para tener medidas precisas y verificables del estado del medioambiente en las zonas de almacenamiento.
El Colmex cuenta con un sistema de aire acondicionado que proporciona una temperatura de 21 grados Celsius en los tres niveles que lo conforman. Este sistema a base de agua helada enfriada por un chiller se compone por una unidad manejadora de aire tipo modular, la cual maneja 37 mil PCM en cada piso y se enciende de manera manual y tiene un motor de eficiencia premium que alcanza los 50 Hp, además de termostatos; dos equipos deshumificadores que proporcionan un 50 por ciento de humedad y un ventilador de extracción tipo centrifugo en techo.
Micaela Chávez, directora general de la Biblioteca Daniel Cosío Villegas, comenta que “tenemos un sistema de aire acondicionado en este edificio, pero casi no lo empleamos, sólo en los meses más calurosos”. Afirma, además, que “hay una variedad de materiales que estamos trasladando al nuevo edificio y el ambiente ahí es caluroso, por lo que estamos buscando financiamiento para encontrar la manera en que esa colección estuviera en condiciones más adecuadas”. La encargada de dirigir la biblioteca precisa que han recibido recomendaciones de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, “Manuel del Castillo Negrete”. Chávez explica que “debemos separar algunos materiales audiovisuales que están en micropelícula, compactos, videocasetes, disquetes, etcétera, y tenemos que hacer una zona específica para ellos con temperatura adecuada”.
En el caso de las micropelículas, el material con que están hechas emite gases que, además de afectar a la atmósfera, las hacen ser altamente flamables, por lo que deben estar separados de los libros.
Natalie Baur, bibliotecaria de Preservación de Colecciones, precisa que en la Ciudad de México “tenemos la ventaja del clima, que no es tan húmedo o tan caliente”, por lo que no es difícil alcanzar la temperatura recomendada para la protección de los libros y archivos, entre 20 y 22 grados centígrados”. Menciona que, en ocasiones, “estas temperaturas son muy bajas para las personas, de tal manera que se debe tener una temperatura distinta en el área de almacenamiento y de trabajo, sobre todo para que no les haga daño a la salud. Por lo mismo, es muy difícil mantener ambos ambientes, básicamente necesitas dos equipos de ventilación separados para lograr estas metas”.
La infraestructura que mantiene las condiciones de frío de este recinto académico también cuenta con instalaciones hidráulicas y eléctricas, un inyector de aire fresco, un sistema de foam and colds y un chiller que proporciona el último toque para hacer frío. Luego, una torre de enfriamiento se encarga de extraer el calor del agua caliente para después regresarla por las tuberías hacia el serpentín, donde se encuentra el gas refrigerante, hasta que finalmente sale por la tubería de “salida” a ocho o nueve grados centígrados.
Cabe destacar que el agua de los chillers pasa por un proceso de tratamiento con el fin de reutilizarla por cerca de dos años. Asimismo, cada mes se le da mantenimiento al viejo condensador de la torre enfriamiento que cuenta con 86 filtros pequeños y 80 filtros grandes, en los que cae el agua de la que se extrae el mayor calor posible con los ventiladores.
Actualmente, la biblioteca sigue funcionado con dos sistemas de aire acondicionado, uno moderno y otro que ha trabajado durante 20 años, pues a pesar de ser obsoleto para la tecnología reciente, es funcional para la biblioteca y no representa mucha diferencia de gastos económicos y de energía con el equipo actual, ya que ambos tienen un alto consumo energético.
El desarrollo tecnológico en cuestión de bibliotecas suele centrarse en la gestión de la información, en la automatización de los préstamos a domicilio, y en el control de la salida y entrada de los materiales; sin embargo, no existe tecnología HVAC diseñada específicamente para usarse en este tipo de lugares.
Uno de los personajes de la novela Farenheit 451 de Ray Bradbury narra que si los libros se colocaran debajo de la lente de un microscopio, se “encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados se puede obtener de cada hoja de papel”. En materia de ventilación y aire acondicionado, la gran mayoría de estas instituciones requieren de condiciones de temperatura controlada para cuidar los mundos que habitan en cada uno de los libros, por lo tanto este campo se ofrece como una gran oportunidad para que la industria HVAC no sólo aporte a la innovación tecnológica, sino también a la preservación y conservación cultural.