La inminente renegociación entre Estados Unidos y México sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha encendido los focos rojos para la economía y comercio a ambos lados de la frontera. Luego de semanas de no tocar el tema, el presidente Donald Trump avivó aún más las diferencias al amenazar de nueva cuenta con retirarse del tratado si su renovación no resultaba satisfactoria y benéfica para su país.
A mediados de abril pasado, ante decenas de trabajadores en una fábrica de Wisconsin, uno de los estados que le dio la victoria en las pasadas elecciones, Trump afirmó que el TLCAN “ha sido muy, muy malo para este país. Ha sido muy malo para nuestras compañías y nuestros trabajadores, y vamos a hacer cambios muy grandes o de lo contrario nos desharemos del tratado de una vez por todas”.
Lo anterior en el contexto de la firma de una orden ejecutiva que busca privilegiar la compra de bienes y servicios manufacturados en EEUU bajo la rúbrica Buy American, o “compra estadounidense”. Asimismo, pretende fortalecer la contratación de empleados locales bajo el programa Hire American, o “contrata a estadounidenses”.
Esta orden establece un periodo de 220 días para que todas las agencias y dependencias federales analicen y monitoreen sus prácticas de compras. Con ello, la administración Trump pretende transitar hacia una política económica de autoabasto y proteccionismo comercial, una medida fuertemente criticada por economistas a nivel mundial.
Para muchos analistas, sin embargo, esta orden ejecutiva y sus frecuentes amenazas acerca del TLCAN no deberían sobredimensionarse, ya que se trata de una estrategia más de negociación del magnate para intimidar y doblegar de manera anticipada al Gobierno de México.
De la Redacción