La ciencia ha dado con un hallazgo que podría ser una falsa alarma, pero la tendencia demuestra que el diclorometano aumenta sus concentraciones en la atmósfera y podría retrasar la recuperación de la capa de ozono
Antonio Nieto
Descubrimiento inquietante. En el periodo que va de 2004 a 2014, el diclorometano duplicó su presencia en la atmósfera
Un iceberg gigantesco dos veces el tamaño de Luxemburgo se desprendió de la Antártida el mes pasado; seis mil kilómetros cambiaron la geografía antártica. ¿Qué tiene que ver el calentamiento global con ello? Los científicos no desestiman en asegurar que son eventos vinculados, a pesar de los contundentes avances de la regulación de sustancias agotadoras de la capa de ozono, cuyo control comenzó hace tres décadas. Sin embargo, este avance podría ponerse en riesgo.
La investigación “La creciente amenaza para el ozono estratosférico a partir del diclorometano”, de Ryan Hossaini et al. y publicada en la revista Nature Communications a finales de junio de este año, pone de relieve el riesgo de los avances del Protocolo de Montreal, firmado en 1987, pues una sustancia en la atmósfera está aumentado su concentración, y de continuar con esa tendencia podría retrasar 30 años la recuperación de la capa de ozono.
Los científicos estudiaron las concentraciones del cloruro de metilo y descubrieron que de 2004 a 2014 se duplicó su presencia. Este disolvente se usa, entre otras aplicaciones, para la fabricación de hidrofluorocarbonos, gases que, de sobra conocido, sustituyeron a los CFC y los HCFC por no ser sustancias agotadoras de la capa de ozono (SAO).
El descubrimiento sucede en un momento en el que la atención mundial está puesta en el medioambiente, además de que esta industria busca soluciones tecnológicas urgentes para reducir su impacto.
Al respecto, el ingeniero Gildardo Yáñez, especialista internacional en refrigerantes, explica que esta investigación colocaría la atención en esta sustancia, aunque recalca que para que este disolvente fuera del interés del Protocolo de Montreal, debe ser primero del interés del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), y de ahí se debería desarrollar primero una investigación profunda.
Sin embargo, se trata de “un contaminante de vida corta –no como los CFC, que duran hasta 100 años–, que se desvanece a los 122 días como máximo. Si queda dentro del radar del IPCC luego de esta investigación, se comenzará a revisar y buscar dónde se está colocando para mitigarlo”, asegura el también miembro de la Red de Expertos Internacionales de la GIZ Alemana-Green Cooling Initiative.
La investigación publicada en Nature Communication anota: “Históricamente, se ha pensado que las sustancias de vida corta tienen un papel menor en el agotamiento del ozono estratosférico debido a su vida relativamente corta y, por lo tanto, a concentraciones atmosféricas bajas. Sin embargo, se han detectado niveles importantes de este tipo de sustancias en la estratósfera inferior. Las simulaciones de modelos numéricos sugieren una contribución significativa de la pérdida de ozono en esta región”.
No obstante, los científicos puntualizan que “se desconoce si una sola aplicación industrial de diclorometano, o varios, está contribuyendo a la tendencia ascendente observada”.
Una de las inquietudes que han surgido es que si la industria crece a partir del incremento de la temperatura del planeta, el requerimiento de más gases también aumentará y esta sustancia enfrentaría una revisión necesaria, confirma el ingeniero Yañez, quien también destaca los avances internacionales en la materia y particularmente en México.
En el país, los avances en la eliminación de las SAO han sido consistentes, enfatiza el ingeniero Gildardo Yañez, además de que, asegura, muchas de las empresas que solicitan servicios cuestionan a los instaladores sobre su capacitación para el manejo de refrigerantes, pues están pendientes del registro nacional de emisiones, en el que se tiene que reportar el uso de gases. Sin embargo, acota, aún se depende del R-22, ya que si se realizan cortes drásticos, se colapsaría la industria. “Se trata de cambios graduales porque nosotros somos una economía emergente, y ello significa que el proceso de eliminación es paulatino”.
El ingeniero Gildardo Yáñez reflexiona sobre este reciente descubrimiento: “Probablemente aparezca otra sustancia que no sabíamos que resultaba dañina para el medioambiente; entonces el trabajo de los científicos es ayudarnos a identificar lo que no se debe hacer. No todo está escrito en piedra; la ciencia no es definitiva”.
Y respecto de no tener la última palabra, el estudio de Ryan Hossaini podría rectificar el Protocolo de Montreal, algo que se estará discutiendo en las siguientes reuniones internacionales del grupo de Trabajo del Protocolo.
La investigación publicada en la revista Nature Communication es concluyente: “Aunque en la actualidad es moderado, el impacto de diclorometano sobre el ozono estratosférico está aumentando y si las concentraciones de diclorometano siguen aumentando, podrían compensar significativamente una parte de la disminución del cloro antropogénico proporcionada por el Protocolo de Montreal. Esto agrega incertidumbre a futuras evaluaciones de la evolución del ozono y podría conducir a un retraso significativo en su recuperación, particularmente sobre la Antártida”.
México avanza en la eliminación de las SAO
En marzo de este año, la Semarnat anunció la eliminación de 113 toneladas de SAO, recuperadas de sistemas de aire acondicionado y sistemas de refrigeración. La Secretaría dijo que en “el combate al cambio climático, esta eliminación de gases significa la reducción de 740 mil toneladas de bióxido de carbono equivalente, lo que contribuye al cumplimiento de las metas comprometidas por México en el Acuerdo de París”