El emblemático recinto celebra un cuarto de siglo a lo grande, con el remozamiento de varios de sus espacios e instalaciones, incluida la puesta al día de sus sistemas de climatización
Irayda Rodríguez y Danahé San Juan / Fotografías: Rubén Darío Betancourt
A un costado de Periférico Sur, apostado en el corazón de la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec de la Ciudad de México, salta a la vista un inmueble de seductoras formas geométricas e inconfundibles mosaicos azules: el Papalote Museo del Niño. Este espacio, que antaño perteneció a una fábrica de vidrio, alberga una travesía de aprendizaje y diversión. En su interior, el ideal clásico de la educación griega (paideia) se convierte en realidad: la producción de saber bajo el paradigma del juego (paidia) y ocio del niño (pais).
Platón lo define como nadie en La República, cuando habla de supeditar la paidia a la paideia, es decir, la actividad de aprender jugando, una idea plasmada en el conocido lema de este recinto: “Toco, juego y aprendo”.
Inaugurado en 1993, como una iniciativa de la entonces primera dama del país y de un grupo de empresarios, fue el primer museo interactivo para la niñez en México.
En un área aproximada de 24 mil metros cuadrados, el despacho de LEGORRETA® Arquitectos se hizo cargo del proyecto. El mayor desafío consistió en que las formas materiales y colores del inmueble fueran fáciles de comprender y estimularan la imaginación de los visitantes. El resultado, de acuerdo con la firma de arquitectos, fue un museo interactivo, “un edificio humano, alegre y emocionante que evoca la cultura y el carácter del país; un testamento visual de la posesión más preciada de los mexicanos: sus niños”.
Este año festeja su 25 aniversario con la remodelación de sus instalaciones, a fin de brindar un mejor servicio y seguir fomentando experiencias formativas de enseñanza y divertimento que persistan en el tiempo.
Una mirada sustentable
La primera acción consistió en atender la necesidad de aumentar su capacidad, con el objetivo de cubrir la incesante demanda de usuarios que recibe, que va de 700 a 750 mil personas cada año. Al mismo tiempo, se tomó la decisión de cambiar la sede por una más funcional, extensa y, sobre todo, sustentable.
De este modo, el despacho LEGORRETA® puso manos a la obra para cumplir con una serie de objetivos y ofrecer un rostro completamente nuevo al Papalote, mediante la remodelación de su estructura y la ampliación de espacios interiores y exteriores.
En entrevista para Mundo HVAC&R, Fernando Karam, director de Servicios al Público del Papalote Museo del Niño, detalla que el museo no había atravesado por ninguna remodelación de importancia desde su apertura; no obstante, “en la época que fue construido, las reglas ambientales eran diferentes a las de la actualidad. Esta remodelación se comenzó a planear hace cuatro años y tardó más de dos en completarse. El edificio es un icono, entonces no se podía modificar de manera radical. El objetivo era lograr un edificio más sustentable, cómodo, seguro y amigable con el medioambiente, con mayor aprovechamiento de los recursos disponibles, como la luz del Sol y la lluvia”.
Otra de las acciones de remozamiento fue la ampliación del vestíbulo y de las zonas de exhibiciones; construcción de un salón de usos múltiples para organizar eventos; taquillas y un área de comida nuevas; creación de una bahía de autobuses para grupos escolares; jardines, sanitarios y estacionamientos más grandes, entre otras.
Ahora, el museo cuenta con una planta de tratamiento de agua de 700 metros cuadrados, con una capacidad de producción de 50 metros cúbicos al día. También dispone de un pozo de captación de agua pluvial, cuyo recurso es utilizado para el riego de jardines y los WC de los sanitarios.
La planta de tratamiento cuenta con sistemas de inyección y extracción de aire automatizados, los cuales evitan la acumulación de gases; asimismo, en este lugar siempre hay un operador que revisa que los equipos operen correctamente.
Como se dio a conocer en un comunicado oficial, el proyecto contempló la museografía vegetal al aire libre, desarrollada por los arquitectos Ambrosi/Etchegaray, en colaboración con Entorno Taller de Paisaje. También se colocó un humedal en los jardines del museo y un techo verde en la azotea del salón de usos múltiples. Estas zonas son de gran utilidad para mantener fresco el lugar y almacenar agua subterránea.
Más luminosidad y frescura
Una de las principales preocupaciones era aprovechar al máximo el paso de luz y ventilación naturales al inmueble. Éste fue el caso del vestíbulo principal, dotado de iluminación led inteligente y de un pergolado de cristal con una película que filtra los rayos UV y da sombra gracias a una malla metálica.
Igualmente, se diseñó un sistema de ventilación natural para evitar el uso de aire acondicionado, así como una planta para tratar y reciclar las aguas grises y negras, la cual posee un sistema de recolección de agua de lluvia. Lo anterior dio como resultado un 25 por ciento menos en el consumo de energía y 90 por ciento de reducción en el de agua.
Sin duda, uno de los espacios más atractivos de este recinto es su Megapantalla, cuyo videoproyector también fue renovado y trabaja con dos lámparas de 15 mil watts de potencia. Éstas demandan climatización mecánica para funcionar en óptimas condiciones, durante las siete funciones en 3D que ofrece el museo diariamente. Aquí, el control de la temperatura se realiza por medio de tres sistemas de enfriamiento: inyección de aire, extracción y un sistema de agua. Éstos facilitan que los rangos se mantengan entre 17 a 21 grados centígrados, la temperatura necesaria para enfriar las lámparas del proyector.
A esto, se suma una plataforma de automatización instalada en un dispositivo móvil, la cual permite regular en todo momento la iluminación y ventilación del inmueble, para la creación de ambientes, así como controlar el encendido y apagado de las luces led de acuerdo con las operaciones. Lo anterior, informa el director de Servicios al Público del museo, se logró al separar los circuitos, como parte del proyecto de remodelación.
Karam añade que los sistemas HVAC que dan servicio a la sala Imax y al Domo Digital ayudan a que los equipos electrónicos que se manejan en estas áreas no se sobrecalienten. “Antes el museo contaba con aire acondicionado en todas partes. Ahora, se diseñaron unos huecos en los torreones que permiten el paso de corrientes de aire para ventilar. Ahí también hay varios domos que brindan luz natural. Así es como ahorramos energía y evitamos contaminar”, explica.
El sistema de climatización se conforma por 46 equipos de diferentes tamaños, desde minisplits hasta unidades manejadoras de aire, de 120 a 300 toneladas de refrigeración. Estos equipos climatizan la sala de proyección, el vestíbulo, las salas de exposición y la del domo. En la sala de exhibiciones permanentes y el área de oficinas se cuenta con ventiladores extractores.
Otro elemento que se aprovechó para controlar los niveles de temperatura fue un impermeabilizante, el cual ayuda a que durante la época de frío el museo no requiera calefacción.
Gracias a estas renovaciones, el museo pasó de consumir entre 180 o 220 mil kilowatts (kW) mensuales a un rango de 140 mil kW, es decir que, del 40 por ciento de la energía total que consumía el recinto por concepto de climatización, ahora tan sólo consume el 15 por ciento, destaca Karam.
Para evitar problemas de humedad, se cuenta con un programa de revisión de filtraciones e impermeabilización; además, el hecho de que las puertas de acceso a diferentes áreas del museo sean de grandes dimensiones permite que la ventilación sea constante.
Todos estos equipos, por supuesto, no podrían funcionar si no recibieran el mantenimiento preventivo apropiado, por lo que cada mes seis personas de la Gerencia de Automatización y Control se encargan de limpiar los filtros, tomar lecturas de rendimiento, revisar las bandas, entre otros aspectos técnicos como la reparación o sustitución de alguna tarjeta o equipo más especializado.
Un esfuerzo conjunto
Al ser una Asociación Civil sin fines de lucro, el edificio opera bajo el mandato y respaldo de un Consejo Directivo, encabezado por el ingeniero Mauricio Amodío Herrera. Su renovación requirió una inversión de 659 millones de pesos, resultado de la alianza entre el gobierno, la iniciativa privada y la sociedad civil.
De esta cifra, el Gobierno de la Ciudad de México aportó 378 millones de pesos y el resto provino de una campaña de recaudación de fondos, liderada por el licenciado Héctor Hernández Pons, integrante del Consejo Directivo, que se destinó a la renovación de contenidos y la producción de las exhibiciones que hoy conforman la oferta del museo.
Así, desde agosto de 2016, el Papalote Museo del Niño mostró su nueva faceta con experiencias diseñadas para fomentar el libre aprendizaje, así como la convivencia e interacción entre niños y padres de familia. “Está conformado por cinco salas temáticas permanentes [Hay una estrella en ti, Mi cuerpo, México vivo, Mi hogar y Mi familia, y Mi ciudad], un Laboratorio de Ideas y una sala de 620 metros cuadrados para exhibiciones nacionales e internacionales”, indica el directivo.
Hoy, el Papalote no sólo busca crear momentos únicos de enseñanza, juego y diversión, sino también concientizar a sus visitantes en torno a temas como el cuidado ambiental y la sostenibilidad, dos de los pilares que rigieron su renovación.