Enrique González Haas
El manejo del talento humano cambió para las empresas con la crisis sanitaria global. Muchas ya aplicaban el trabajo desde casa o home office, algunas con una parte del personal –porque no todos los puestos parecían aptos para este esquema– y otras no se animaban a implementar esta modalidad. Ante la inminente necesidad de velar por la salud de todos, la única alternativa, o al menos la correcta, fue modificar la dinámica de trabajo para que las personas pudieran seguir laborando de forma segura y productiva desde sus hogares.
El home office tiene múltiples beneficios, algunos de sobra conocidos, gracias a los promotores de esta modalidad laboral que llevan años hablando de sus virtudes. Por ejemplo, la mejora en la calidad de vida de las personas, al reducir las horas que tardan en desplazarse a sus oficinas (conciliación entre vida laboral y personal), la disminución del costo de trasladarse, el aumento en la productividad –que, de acuerdo con la Confederación Patronal de la República Mexicana, ésta puede elevarse hasta un 28 por ciento–, así como el grado de independencia sobre las tareas asignadas, ofreciendo flexibilidad de horario e incrementando las posibilidades de desarrollarse personalmente. Los beneficios también permean a las empresas que pueden hacer un mejor aprovechamiento del espacio físico de sus oficinas, disminuir costos de servicios públicos como electricidad y agua y, por supuesto, contar con personas más felices, lo que se refleja en la productividad y alcance de objetivos.
Y el tercer beneficiado somos todos porque disminuye la congestión vial, se reduce el consumo de combustibles, hay menos contaminación y, además, el home office ofrece más posibilidades de inclusión laboral para grupos vulnerables, entre otros.
Este nuevo esquema implica ajustes en el liderazgo de los equipos, no sólo porque ahora no trabajamos todos en un mismo lugar, sino porque la crisis sanitaria genera incertidumbre, miedo, insomnio, desconcentración, entre otras alteraciones que deben ser reconocidas y abordadas de una forma empática, para el bienestar de las personas y de la empresa.
En esta nueva normalidad, los líderes debemos ser hábiles para trabajar por objetivos y permitir que nuestros equipos se desarrollen bajo ese esquema. Una jefatura desconfiada, que sólo se siente segura sabiendo cada movimiento de sus colaboradores, aun cuando las tareas delegadas se encuentran al día, no promueve nunca el crecimiento y mucho menos cuando se está en home office en medio de una crisis sanitaria mundial, que ha incrementado el nivel de estrés para muchas personas. Hay que asignar objetivos, fechas de entrega y permitir que la persona ajuste su horario para cumplir con ellos.
Es fundamental conocer cómo se encuentran nuestros colaboradores y cómo están llevando este proceso; no debemos perder de vista la importancia de estar cerca como equipo y de mantener activos los programas de bienestar de las compañías.
El bienestar se debe mantener y hay que adaptarse a la nueva normalidad mediante formas creativas. Por suerte, la tecnología permite acortar las distancias y compartir con nuestros equipos. Las empresas tienen la posibilidad de implementar clases en línea de relajación para apoyar a todos a lidiar con el estrés. De ahí la importancia de la salud mental ahora más que nunca.
Poco a poco, algunas oficinas se irán llenando de gente por etapas; mientras tanto, debemos aprovechar las ventajas tecnológicas para seguir trabajando en equipo pero a la distancia, y promover una cultura organizacional que fomente el crecimiento de todos los individuos, no sólo como profesionales, sino también como seres humanos.
Enrique González Haas
Presidente y director general de Schneider Electric México y Centroamérica.